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Capítulo 156 —Gritaba poderNarrador:Unas horas después, ya entrada la mañana, Gabriel Márquez envió a su sobrino a la penitenciaría. Traía consigo un portatrajes impecable, zapatos pulidos, corbata oscura, y una orden sellada: Roman Adler debía ser trasladado al velatorio de su esposa fallecida. Todo estaba arreglado. Rápido, discreto, sin prensa, sin escándalo.Los guardias lo sacaron de la celda sin prisas. No había grilletes, no había empujones. Nadie lo apuró. Nadie osó faltarle el respeto. Sabían perfectamente quién era.Roman entró al baño reservado, donde dos guardias se mantuvieron en la puerta, custodiándolo, pero dándole privacidad. Él se quitó la ropa de prisión con calma, paso a paso, y dejó que el agua de la ducha lo recorriera. No había apuro en sus movimientos. Sabía que al salir, cada cosa que hiciera importaría.Cuando se miró al espejo, con el cabello mojado, sin la sombra de cansancio que cargaba horas atrás, supo que el Diablo había regresado.El traje, neg*ro pr
Capítulo 157 —Una pulsera molestaNarrador:Dos días después del entierro de Miranda, la sala del juzgado estaba cargada de murmullos bajos y miradas cruzadas. Los abogados de la fiscalía cuchicheaban entre ellos, lanzando miradas duras a Gabriel Márquez, que permanecía de pie, impecable, frente al estrado. A su lado, Roman Adler lucía como si estuviera en una reunión de negocios: traje oscuro perfectamente entallado, manos cruzadas a la espalda, rostro inescrutable.El juez hojeaba los papeles con gesto serio, golpeando suavemente el escritorio con la tapa de su bolígrafo. Finalmente levantó la vista, ajustándose las gafas.—Señor Adler, este tribunal autoriza su salida bajo libertad condicional, limitada a arresto domiciliario con monitoreo electrónico permanente.La fiscalía frunció el ceño. El juez prosiguió, sin mirarlos.—Los cargos en su contra permanecerán vigentes mientras dure la investigación. Cualquier intento de abandonar su residencia sin permiso explícito será considerad
Capítulo 158 —El mundo del DiabloNarrador:Eros daba vueltas en la cama, incapaz de dormir. El reloj marcaba las dos y media de la madrugada, y su habitación estaba en completo silencio, salvo por el zumbido lejano del router encendido en la sala.Miraba el techo, apretaba los puños. El Diablo le había dicho que no se metiera, que no necesitaba su ayuda. Pero Eros no podía quedarse quieto. Algo dentro suyo le ardía, como un motor encendido.De pronto, se sentó. Tomó su celular del escritorio, desbloqueó la pantalla y buscó un número en particular. Sabía que a esa hora su amigo Leo seguiría despierto; el tipo vivía enchufado a su computadora, siempre entre juegos, códigos y foros clandestinos.Marcó.—¿Eros? ¿Tú? —respondió Leo, sorprendido, con voz adormilada.—Hey, sí, soy yo. Perdona la hora, hermano… pero necesito que me expliques algo.—¿Algo tipo tarea? Porque sabes que ya pronto empezamos con los exámenes—No, no, no es de eso. Mira… —bajó la voz, aunque estaba solo —Supongamos
Capítulo 1 —La esculturaNarrador:El estruendo cortó el aire. Un golpe seco. Un choque brutal. Un sonido de quiebre que atravesó la opulencia de la galería como un disparo en la oscuridad. Por un segundo, el tiempo se detuvo. El murmullo de conversaciones se apagó.La música dejó de existir. Todo quedó suspendido en el vacío.Aylin parpadeó, con la respiración atrapada en su garganta.Los ojos le ardieron. El corazón bombeaba con tanta fuerza que lo sintió en los oídos. Sus pupilas bajaron. Y ahí estaba. El desastre.Los fragmentos de cristal relucían cruelmente en el mármol blanco, esparcidos como los restos de un crimen imperdonable.Había roto algo. Algo importante. Algo que, seguramente, no podría pagar.El eco del impacto aún vibraba en sus huesos. Los cuchicheos no tardaron en comenzar. Un murmullo bajo, sibilante, creciendo como una ola de veneno.—Dios… ¿qué fue eso? —¿Se volvió loca?—¿Sabe siquiera cuánto costaba eso?Aylin sintió la sangre huirle del rostro.Sus dedos se
Capítulo 2 —Yo soy quien mandaNarrador:—Permanece aquí. Vendrá alguien a tomar tus datos. —le ordenóAylin parpadeó, aún aturdida.—No. Volveré mañana.Roman inclinó la cabeza apenas, con la paciencia de alguien que ya conoce la respuesta.—No. Te quedarás.Aylin sintió su cuerpo tensarse.—No tengo por qué…No terminó la frase. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos firmes se cerraron sobre sus hombros. El contacto la sacudió como un golpe eléctrico. El calor de su piel traspasó la tela de su ropa. Sus ojos la atraparon. Impenetrables. Demasiado cerca. Su respiración se volvió errática. El aire caliente chocó contra su mejilla. Se inclinó apenas. Solo un poco. Lo suficiente para que sintiera la amenaza en su proximidad.—Vas a obedecer. —Aylin abrió la boca, pero el nudo en su garganta le impidió hablar. El perfume de él la envolvió, amaderado y oscuro, como un veneno que se infiltraba en su sistema. Y luego, sin previo aviso, la empujó, con la firmeza exacta para que cayera se
Capítulo 3 —No tiene opciónNarrador:Aylin salió de la galería con pasos vacilantes, abrazando el bolso contra su pecho como si eso pudiera protegerla de la vergüenza que aún le ardía bajo la piel.Frunció el ceño al ver el coche ne*gro esperándola frente a la entrada. Grande, reluciente, impecable. La puerta del copiloto estaba abierta.Y él estaba allí. Roman Adler, sentado dentro del vehículo, con las manos sobre el volante, aguardando con la misma calma que usaba para firmar sentencias.Cuando Aylin se acercó, dudando frente a la puerta abierta, asomó la cabeza apenas para mirar al interior. Roman inclinó el rostro hacia ella, sus ojos oscuros buscándola bajo la tenue luz de la calle.—Vamos, sube —ordenó con voz baja, pero cortante.Aylin dudó. Solo un segundo.—No hace falta que me lleve. Puedo volver sola…Roman ladeó la cabeza, como si su respuesta le hubiera resultado graciosa.—No te pregunté.Ella tragó saliva.—De verdad, puedo…—Sube, Aylin.La forma en que dijo su nombr
Capítulo 4 —SashaNarrador:La mansión Adler imponía desde la entrada.Aylin bajó del coche con el estómago encogido, repasando mentalmente cada segundo de la noche anterior como si aún pudiera despertarse de aquella locura. Pero no. Estaba allí. De pie frente a un portón inmenso, con jardines que parecían sacados de una revista y una estructura tan elegante como intimidante.La puerta principal se abrió antes de que pudiera tocar el timbre.Una mujer mayor, vestida con impecable discreción y gesto serio, la observó con profesionalidad.—Debe ser Aylin. Buenos días. Soy Amelia, el ama de llaves. Pase, por favor.Aylin asintió en silencio y cruzó el umbral, sintiéndose diminuta en el recibidor que era más grande que todo su departamento.—Aguarde en la sala. Avisaré al señor Adler que ya ha llegado.Aylin dejó el bolso sobre sus piernas mientras se sentaba al borde de uno de los sofás, con las manos entrelazadas, incapaz de decidir si respiraba demasiado fuerte o si debía disimular lo
Capítulo 5 —No traes un manual Narrador:Cuando Sasha finalmente salió de casa, arrastrando la mochila con desgano y rodando los ojos como si el simple hecho de existir ya fuera una carga, Aylin dejó escapar un suspiro discreto.No sabía si alegrarse por el silencio o preocuparse por lo que venía después.Decidió no quedarse quieta. Vagó por la mansión unos minutos, intentando memorizar pasillos que parecían todos iguales, hasta que encontró a Amelia en la cocina, organizando las compras del día con una eficiencia que intimidaba.—Disculpe... —Aylin habló en voz baja, aún sintiéndose una intrusa en cada palabra—. Quisiera saber qué se supone que debo hacer ahora.Amelia levantó la vista solo un segundo, le dedicó un gesto breve y volvió a lo suyo.—El señor quiere verla.Aylin parpadeó.—¿El señor?Amelia asintió con la misma naturalidad con la que habría dicho que afuera llovía.—Dijo que la esperaba en su despacho cuando Sasha se fuera.Aylin sintió un escalofrío, pero se forzó a a