—¿Perdón?
—No te hagas que sabes muy quien soy. —lo encaré olvidando en donde y con quien estábamos. Me mira fijamente.
—Ah, eres la virgen. —se sorprende.
—¿Virgen? —repetí con vergüenza por decirlo de esa forma frente a mis superiores.
—¿Ustedes se conocen? —preguntó mi jefe.
—No. —respondimos al mismo tiempo. —Es una larga historia, pero mejor comencemos la presentación. —termina el tema de golpe.
La presentación de mi jefe fue impecable frente a su familia y los directores de cada departamento, o eso creo, es que ni siquiera pude prestarle toda mi atención por culpa del violador que no me quitaba los ojos de encima, fue tan incomodo que me dio vergüenza, tensión e incomodidad, podía sentir su mirada sobre mi todo el tiempo y solo dejó de verme cuando su padre habló.
—Has hecho un excelente trabajo como vicepresidente Leo. —mi jefe sonríe complacido de escuchar a su padre —No esperaba tan buenos resultados de ti, tengo que decirlo pero me has sorprendido.
—Te dije que me esforzaría ¿o no?.
—Tienes razón. —se pone de pie con ayuda de su bastón. —Me sorprendiste.
—Aunque tengo que admitirlo. Mi asistente fue de mucha ayuda. —me toma del brazo asustándome por lo repentino que fue al jalarme apegándome a él —Ella hace su trabajo a la perfección. Es una empleada espectacular padre.
Inclino mi cabeza viéndolo hacia arriba. Si, soy un minion a su lado. Parpadeo lento sin creer que mi jefe, que Leo este dándome méritos frente a todos.
—Vaya, esto si que es una sorpresa. —dijo su padre tan sorprendido como yo —Tú dándole méritos a una empleada que no sea por ser bonita.
—Lana es una excelente asistente, incluso fue ella quien hizo la presentación.
El anciano me mira a mi.
—Señorita, tengo que admitir que su presentación fue perfecta.
Sonrío nerviosa.
—Gracias señor Black.
—Bueno. Para terminar mi asunto aquí. Ire al grano. El motivo de estar aquí con tu hermano es porque desde ahora empezará a trabajar con todos aqui, claro.
Si, mi jefe, en su nuevo puesto como presidente y Clara acompañándolo. Lo había olvidado por lo que pasó ayer, había olvidado que fue un bastardo insensible.
—Eso es genial hermano. —palmea su espalda mi jefe. —Entonces que tal si te doy a mi eficiente empleada Lana.
—Soy Sasha. —murmuro con timidez porque sin descaro alguno se esta deshaciéndose de mi.
—Eso, Sasha, ella conoce muy bien todo y te será muy útil, ya veras.
—Estas lleno de sorpresas hijo. Ves Enzo. Te dije que será fácil para ti adaptarte y nada mejor que teniendo a una empleada tan competente como esta señorita. —lo felicita por su “buen corazón” sin darse cuenta que solo esta arrojándole lo que ya no quiere porque ya consiguió lo que quería de mi y de él. —Entonces. Desde ahora, Leo, serás el director, el Ceo de W&B y Enzo, serás el presidente de W&B y la señorita desde ahora será la asistente presidencial.
—¿Qué? —dijimos los tres al mismo tiempo en shock.
—Ahora. Señoras y señores, pueden volver a sus puestos.
Todos los directores felicitaron a los hermanos, pero uno de ellos no estaba feliz con los nuevos puestos. El anciano salió de la sala con mi jefe detrás de él. Un nudo se forma en mi garganta porque, aunque siento pena por Leo otra parte de mi esta feliz porque le salió el tiro por la culata porque quería el ascenso mas importante y lo terminó recibiendo él, no me quería como asistente presidencial y me regaló a su hermano como si fuera un juguete descompuesto y solo terminó dándome un ascenso.
—Así que la virgen será mi nueva asistente. —me tenso al sentirlo a mi lado. Fuerzo una sonrisa al escucharlo hablar como si fuera un pájaro de mala guero —Vaya sorpresa. Me preocupa que vayas a pensar que voy a querer asesinarte ahora que vamos a trabajar juntos.
«Dios mio. ¿Por qué a mi?»
Juro por dios que iba a insultarlo pero me quedé como una estúpida al notar que al igual que su hermano Leo, es apuesto, creo que se igualan en belleza masculina.
—Tierra hablando a Virgen.
Mi cara arde de la vergüenza porque fui tan tonta que dije incoherencias en voz alta y ahora sabe que soy virgen.
—Es conocerlo gusto. Digo, es un susto conocerlo jefe. No, no.. —me palmeo las mejillas apretando mis ojos porque estoy empeorando todo— Lo que digo… es que espero que mi trabajo sea impecable y que sea de su grado… de su agrado. Iré por mis cosas y enseguida lo alcanzo en su oficina jefe.
—Oye…
Sali como alma que lleva el diablo. Me sentía tan avergonzada que quería tener otra cara o que la tierra me tragara.
Cierro la puerta detrás de mi. pataleo como una niña maldiciendo mi mala suerte. ¿Cómo diablos me puede pasar esto de que el supuesto violador de anoche sea mi ahora jefe?
—Diosito. ¿Qué te hice? ¿Por qué me castigas así? ¿es una penitencia por mis pecados que no son muchos te recuerdo?.
—No padre esto no es justo. —la discusión de Leo se puede escuchar incluso a puertas cerradas. En verdad me sentía mal por Leo pero… agito mi cabeza para restarle importancia así que comienzo a recoger toda mis cosas pero aun lo escucho discutir con mas rabia—Trabajé como una mula por años para que me dieras ese puesto a mi. ¡como quieres que este feliz si le acabas de dar el puesto que yo me merezco al aparecido de mi hermano que no se ha esforzado tanto como yo para conseguir ese puesto que tu acabas de regalarle!
Salgo de mi oficina ya con mis cosas en una caja. Clara al verme sonríe como si hubiese triunfado.
—Pobrecita la Nerd. —quiso abrazarme como si fingiera tenerme lastima —Te relevaron de tu puesto.
—Si. —miro mi oficina con tristeza porque fue mi refugio por tres años. —Extrañaré mi puesto, pero ni modo. —suspiro —Tengo que aceptar el nuevo puesto como secretaria presidencial. —su rostro se desencaja. —Bay, bay Clara.
El área presidencial esta en lo más alto de la torre así que debía tomar el elevador hasta el ultimo piso. Las puertas se estaban cerrando cuando una mano la detuvo. Casi se me sale el corazón al ver a Leo, su mirada echaba fuego como si estuviera endiablado. Me limite a solo verlo de reojo hasta que golpeó la pared metálica del elevador dejé de mirarlo y solo vi hacia el frente.
—Maldita sea. —suelta un suspiro larguisimo lo ecuche muy bien. —Lana.
—Si jefe. —dije rápido y nerviosa.
—Felicidades por tu ascenso. —giro mi cabeza lento y lo veo, no es una sonrisa sincera. Es falsa.
—Gracias jefe. —elevo la comisura derecha de mi labio en una leve sonrisa decepcionante. —Igual a usted. Felicidades por su ascenso aunque no es el puesto de presidencia pero es un logro ¿no cree?.
«Mierda. ¿Por qué le echo más leña al fuego»
—Ni me lo recuerdes.
Al abrirse la puerta salió disparado hacia afuera. Lo vi caminar hacia el pasillo derecho. Dobló a la izquierda donde queda la oficina presidencial. Camino rápido, pero casi me caigo al doblar a la izquierda.
—Gózalo mientras puedas. —lo escucho decir. —Esta oficina será mía a como de lugar.
—Ya decía yo que tanta amabilidad era por algo. —mi nuevo jefe le sonríe con tranquilidad. Entrelaza sus manos detrás en su nuca. —Hay hermano. Quien diría que tu hermano menor te quitaría lo que tanto anhelabas. Incluso me diste a tu mejor empleada como regalo creyendo que me daría el puesto de Ceo.
«¿Hermano menor?»
—Esta oficina…. Ordené que la limpiaran para mí. no para ti.
Si. Yo me encargue de eso y ni siquiera me lo agradeció.
La tensión es tanto que podría jurar que había una bomba oculta que pronto haría “Boom” y yo no quiero estar en medio de esta riña familiar.
Me doy cuenta que me traje la tableta de vicepresidencia. La sostengo pensándolo muy bien y me acerco a la oficina presidencial temiendo que me den un bocho por interrumpir su acalorada discusión. Si. No quiero interrumpir porque siento que me van a linchar a mi.
—Ah, mira nada mas. Es tu regalo. —se pone de pie sosteniendo una sonrisa encantadoramente carismática —Sasha. Acércate. —su sonrisa es encantadora cuando lo dice, pero lo que me sorprende es que me llamara por mi nombre. —¿Es la tableta presidencial?.
—Este… no. Es de la vicepresidencia. Solo quería entregársela a mi jefe. Tiene la información necesaria para la secretaria que supongo va tomar mi lugar ahora. —se la entrego. —Aquí tiene jefe.
—Sasha. —mi atención recae sobre su hermano de ojos grises. Se me acerco demasiado a la cara. Mis mejillas arden cuando siento su cálido aliento. —Él ya no es tu jefe. Ahora tu jefe, soy yo.