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La vergüenza tiñe mis mejillas de rojo con la cabeza ardiendo por completo al sentir su mirada sobre mi esperando una explicación a lo que acaba de pasar o mejor dicho, lo que yo acabo de decirle a su hermano sobre él y yo.
«No me mires así por favor»
Ni siquiera tengo el valor de mirarlo a los ojos. Su mirada me juzga por mi largo silencio. Pero como demonios iba a saber que él era hermano del cruel de Leo.
—Señor Black. Voy a necesitar la Tablet presidencial para poder organizar toda su agenda y a también para saber sobre los asuntos pendientes que hay desde el retiro de su padre. —me sigue mirando con suspicacia —Si no hay una podemos usar los fondos de…
—¿Enserio no vas a darme una explicación de lo que pasó en la oficina de Leo? —enarca ceja. Los nervios me traicionan y no se que responder. —Esto es el colmo del descaro. Mira que usarme a mi para una patraña tan vil como esa.
—Solo fue una pequeña mentira piadosa. —me acomodo los lentes. —No es algo que haya pasado ¿o si?
Entre abre la boca pero la vuelve a cerrar con molestia destilando en su mirada al verme.
—Pero que cínica eres —dice con una sonrisa dura —En vez de disculparte solo te lavas las manos con palabras que solo son para tu conveniencia.
Carraspeo mi garganta tratando de librarme de esta sin ofenderlo.
—Su hermano me quiso humillar así que solo mentí un poco. —eleva ambas cejas. —Puede por favor dejar de mirarme así.
—¿Y como te veo entonces si acabas de decirle al avaro de mi hermano que estamos saliendo? ¿acaso te das cuenta de las consecuencias que eso me puede traer a mi?
En realidad ni siquiera pensé en que mi lengua fuera a soltar esa gran mentira.
—Si quiere que me disculpe. Bien. Lamento mucho que haya escuchado mi pequeña mentira.
—No. —se pone de pie llegando hasta mi, se pone detrás de mi tensándome. —Vas a ir ahora mismo con mi hermano y le dirás que todo fue…
—Jamás —dije bruscamente. —Ni muerta me voy a rebajar en ir a decirle que lo que dije era una mentira. reduzcame el sueldo, deme más trabajo o alargue mis horas en la oficina, prefiero eso a que le diga a ese insensible y cruel de su hermano que lo que dije era una mentira.
Se limpia la cara con ambas manos.
—Mujer. De tantos nombres que existen en este mundo. ¿Por qué diablos dijiste el mío?
—Fue el primero que se me vino a la mente.
—¿Enserio? ¿con todo y apellido? —me encojo de hombros —encima de descarada y cínica, mentirosa.
Abrí la boca para objetar, pero no pude decir nada porque en teoría tiene la razón. Tiene el cabello marañoso largo recogido en una coleta baja, su barba parece medio rasurada. Me escudriña de los pies hasta la cabeza.
—Ahora entiendo porque ese avaro se deshizo de ti. —esboza media sonrisa. —Claro es por esa razón que…
—Se equivoca. —lo interrumpo molesta. —Desde que trabajo en esta compañía, he dado lo mejor de mi para que mi trabajo sea impecable. Mi único error fue… —me muerdo la lengua ante lo que estuve a punto de decir.
—¿Fue que?... —me mira interrogante.
—Nada. —solté sin más. —Por favor le pido que no se toque mas el tema de lo que escucho y que continuemos como si nada hubiese pasado. Pediré las contraseñas de los monitores…
—Company5642 —dijo mordazmente. Esta enfadado. —Esa vestimenta es horrible. —abro los ojos desconcertada —Ni mi abuela se viste como si fuera una anciana. —trago duro. Eso si que me dolió. —Mañana traerán los nuevos trajes.
—P‒Pero me gusta mi ropa. —me miro a mi misma notando que mis pantalones flojos son cómodos.
—Si te gusta vestirte como abuela en tu casa es tu problema. Pero aquí obedecerás mis ordenes al pie de la letra.
—¿Por qué? Es cómoda, además, a Leo no le molestaba mi atuendo.
—Yo no soy Leo. —vuelve a su silla entrelaza sus dedos y descansa su mentón sobre ellas mirándome de forma neutral. —Ya te puedes retirar.
—Si jefe.
—Si señor —me corrige de inmediato.
—Si señor.
Enserio no puedo creer que esto haya pasado. No. No puedo creer que se haya enfadado por una miserable mentira que seguramente su hermano ni siquiera se creyó. Me trató horrible solo por eso. «Aunque supongo que es razonable su enojo porque una desconocida dijo que él es su novio y ni siquiera le dio explicaciones.»
No me aparecí en su oficina en todo el día. A diferencia de mi anterior oficina, en esta puedo ver a mi jefe desde mi lugar. Se ve tranquilo. Relajado. Como si en realidad no estuviera trabajando si no haciendo otra cosa.
Lo veo detenidamente sin creer que aquel hombre gentil de anoche al que por cierto llamé violador y asesino serial ahora sea alguien hostil y amargado.
«supongo que es mi culpa por meterlo en mis problemas absurdamente amorosos»
Ahora me siento mal porque fui yo la que fue hostil desde el comienzo. Nunca fui amable con él y tal vez sea por eso que él me esté tratando de la misma forma. Eso no seria bueno para mi porque cuando se le de la gana podría correrme.
El resto de la tarde me la pasé debatiendo en si debía disculparme correctamente hasta que al final me reprendí a mi misma por ser tonta. Iba de salida y reuniendo todo el valor me dirigí a su oficina pero me detuve a pocos pasos de la puerta al ver a través del cristal que él ya no se encontraba.
Iba meditando lo que ocurrió hoy. Desde lo que le dije a Leo hasta lo que le dije a mi nuevo jefe y todo eso… recordarlo me hace sentirme avergonzada.
—Tonta, tonta, tonta. ¿Cómo pudiste hablarle de esa forma a tu jefe? ¿eres estúpida o que? —pego mi frente a la pared fría y metálica del ascensor reprendiéndome a mi misma.. —Definitivamente me va echar patadas mañana.
El elevador se detuvo tres pisos después desde que me subí. Las puertas se abrieron y como si nada fuera peor para mí, es Leo quien se sube. Las puertas metálicas se volvieron a cerrar. El silencio que hay es incómodo para mi. mi mente solo piensa en que seguramente él ya le dijo que todo es una mentira y…
«No puede ser. ¿y si de verdad se lo dijo?»
—¿No debería de acompañarte mi hermano cuñada?.
Aprieto mi cartera nerviosa ante su pregunta… espera… ¿dijo cuñada?.
Levanto mi vista y me encuentro con una sonrisa juguetona.
—No es de caballeros que un hombre deje sola su pareja. —comenta con diversión. —Por cierto, ¿Mi hermanito ya sabe que tu y yo?...
—Ya le dije que no recibí nada de usted esa noche mas que una cena que al final terminó vomitándome encima. —aclaro y él parece ofenderse. —Si Enzo no esta aquí es por que tuvo…
Las puertas se volvieron abrir y esta vez ya estábamos en el primer piso.
—Buenas noches Jefe. —me despido saliendo del elevador.
—Puedo llevarte si quieres. —se me atraviesa en mi camino.
Frunzo el ceño confundida por el comportamiento de Leo. ¿son celos? Entre cierro los ojos achicandolos un poco preguntándome que mosca le picó.
—Voy a tomar el autobús.
—Insisto. —por primera vez Leo estaba siendo amable conmigo y demasiado insistente. —¿Acaso no puedo llevar a su casa a mi cuñada?.
Si supiera que es una mentira ni siquiera estaría aquí.
—Ya…
—Ella te dije que no. —ambos giramos volteando a un costado. Es mi nuevo Jefe. —Asi que deja de insistir.
Leo ya no se ve tan feliz y amable.
—¿Qué pasa pequeño hermano? ¿no puedo ser amable con mi cuñada?.
—¿Pequeño? —repito aun mas confundida.
—Conoces mis reglas. —responde molesto —No te metes en mi vida y asuntos personales y yo no me meto en los tuyos.
—Ay vamos…
—Aléjate. —amenaza —O lo vas a lamentar. —me lanza una mirada amenazante a mi también. —Súbete.
—Si señor —respondo y voy detrás de él. Iba a abrir la puerta del copiloto, pero el lo hizo primero abriéndome la puerta. Me subo en silencio mas alterada que nunca.
—No lo repetiré de nuevo Leo.
Doy un brinco del susto cuando avienta la puerta con furia y luego se sube y arranca a toda velocidad haciendo que me sujete con fuerza del cinturón de seguridad como si mi vida dependiera de ello.
—Señor podría bajar la velocidad por favor. —rogué llena de pánico porque íbamos a mas de 120 km en curvas peligrosas. Un grito se me escapa cuando veo un camión. —¡¡Ay dios!!.
Me tapo los ojos con las manos al no querer ver mi desenlace final pero bruscamente nos movimos y mi manos reaccionan aferrándome de lo que sea para estar estable.
—¡¡Deténgase,!!—me ignora. —¡¡Que pares el maldito auto!! —grité con todas mis fuerzas y fue cuando el auto frenó en seco en una esquina de la autopista donde no había ni una sola alma en pena. Salí del auto y mis piernas me fallaron. El estomago se me revolvió por dentro, estaba a punto de vomitar pero me contuve de hacerlo.
—¡¡Que mierdas… fue eso!! —grité casi tartamudeando del miedo
—Es tu culpa. —abro los ojos en grande. Suelto una risa forzada
—¿Qué? —exclamo con rabia. Encarándolo. —¿Iba a matarme por una puta mentira? ¿¡Es una broma!?
—Soy yo el que esta furioso. —sus palabras están llenas de ira. —Enredarme en estos estúpidos…. —me da la espalda y maldice. Me alejo lo mas que puedo de esa bestia furiosa y me voy caminando hasta que encuentre la parada de autobús mas cercana. —Oye. —me toma del brazo bruscamente —¿A dónde diablos vas?
—Muy lejos de usted, pinche loco de m****a. —me suelto de su agarre y sigo caminando. —De saber que esto pasaría hubiera aceptado la oferta de Leo. —nuevamente me toman del brazo y de un jalonazo me hacen voltear. —¡¡Oye pero que demonios te pasa!!...
—¿Acaso sabes porque ese avaro estaba ofreciéndose a llevarte? —gritó en mi cara agitándome y mi furia se esfumó cuando el miedo apareció ante esa mirada llena de rabia. —Te iba a llevar a casa de nuestros padres. —palidezco. —Si no llego a tiempo. Ahora estarías en esa casa y créeme que no te gustaría saber lo que hubiera pasado si te hubieras ido con él.