**Lyra**Desperté con un sobresalto, con el corazón golpeando como un tambor desbocado en mi pecho y un sudor frío empapando mi nuca. Tardé un momento en ubicarme. Ya no estaba en el salón escuchando cómo el Alfa se comprometía y elegía a otra Luna que no era yo.Tampoco en el baño de aquella mansión, no había risas crueles, ni manos aferrándose a mi cuello, ni palabras venenosas susurradas con desprecio.Estaba en una habitación blanca, limpia y cálida. Las sábanas eran suaves. Una lámpara tenue iluminaba el rincón donde Krimson dormía en una silla, con los brazos cruzados y la cabeza ladeada.Me pasé una mano por el rostro, temblando. La gala… El vestido… Las risas… El silencio de Mikail…Todo volvía como una marea amarga, tragándome de nuevo.Tragué saliva, intentando no llorar, pero una lágrima traicionera escapó de mis pestañas. Me la limpié rápido. No quería que Krimson me viera débil… otra vez.—¿Pesadilla? —murmuró su voz ronca desde la silla, haciéndome girar la cabeza.A
**Sienna* Me molestó… No, me enfureció. Que Mikail, en medio de ese silencio cargado y mientras lo estaba acariciando, pronunciara el nombre de esa mujer como si aún le perteneciera. Como si su sombra siguiera aquí, rondándolo, llenándole la cabeza con recuerdos que no valían nada. “Esa mujer se ha marchado ya,” pensé con dientes apretados. ‘Será mejor que no vuelva… o ya verá lo que pasa.” Apreté los dientes por dentro, sin dejar que mi expresión se quebrara. Sabía que había mandado a Conrad tras ella. Y esperaba que pronto llegara con buenas noticias, con esa esclava arrastrada atrapada, humillada, o mejor aún… muerta. No soportaría que Mikail la aceptara de vuelta como si nada. Era mejor mantenerme en mi papel. No podía sospechar de mí. No mientras aún lo tuviera medio atado con compromisos, apariencias y el apoyo de su familia. —Sienna —dijo con voz algo irritada, pero aún controlada—. No tienes derecho a meterte en mi despacho. Y mucho menos a tocarme así. P
**Lyra**No planeaban dejarme en paz. Lo supe desde el instante en que la alarma comenzó a sonar, desgarrando la calma con su eco punzante. No importa cuánto huyera, cuántas veces me escondiera… siempre regresaban por mí.Sentí algo arder dentro de mí, como lava corriendo por mis venas, hirviente e indomable. Era nuevo. Era salvaje. Nunca había sentido esa fuerza antes, ese impulso visceral de defender, de morder, de luchar. ¿Serían los bebés? ¿O ese linaje del que habló Tharion? Tal vez ambos… Tal vez algo más profundo estaba despertando en mí.Mis manos temblaban, pero no de miedo… sino de poder contenido.Volteé y vi los ojos muy abiertos de Tharion posados sobre mí, como si viera algo imposible. Fruncí el ceño.—¿Qué pasa? —pregunté, algo inquieta.Él no respondió enseguida. Su mandíbula se tensó y luego se volvió hacia Krimson con voz firme.—Protéjela. No importa lo que diga, no dejes que se acerque al frente —su tono era tajante, definitivo—. Ni un paso fuera de esta habitac
**Tharion**Fingía que toda mi atención estaba enfocada en el campo de batalla, pero tenía que preguntarle a Krimson cuanto antes.Creí ver en su mirada una chispa de reconocimiento. ¿Me habría equivocado? Lo dudaba.—¿Reconociste a alguno? —cuestioné, esperando que no me mintiera por proteger a ese bastardo.Lo vi tragar saliva. No quería decirlo, seguramente no quería pensar que Mikail estaba detrás. Pero las pruebas…—Uno de ellos… era de Silverbane. Estoy seguro —lo vi tragar con dificultad—. No sé por qué estaba aquí…Maldita sea. Era justo como pensaba, Mikail tendría que darme una buena explicación o iba a ir a Silverbane a arrasar con el maldito lugar.—No me extraña, después de lo que pasó con ella —siseé, conteniendo mi ira—. Ese maldito cobarde no supo cuidarla.—Hay algo más detrás de este ataque —habló Krimson en voz baja—. No me huele a venganza personal. Es más... sucio. Más calculado.—Voy a averiguarlo —murmuré, viendo claramente a mi objetivo—. Pero mientras tanto…
**Sienna**Por poco.Por muy poco.Vi el brillo en sus ojos cuando levantó mi celular del suelo. Vi su ceño fruncido, la tensión en sus labios. Me lancé hacia él con la rapidez de un rayo, arrancándole el teléfono de las manos antes de que sus ojos terminaran de asimilar lo que había en la pantalla.—¡Es privado! —solté con un tono más firme de lo que esperaba, aunque fingí nerviosismo.Vi cómo su mirada se clavaba en mí. No me gustó. Había algo distinto en sus ojos esta vez. Algo más alerta. Más frío.—¿Privado? —repitió, con esa voz que se contenía apenas por educación—. Sienna, ¿qué está pasando?Me obligué a parpadear despacio, a suavizar mis facciones. Me mordí el labio inferior como había practicado tantas veces frente al espejo.—Es algo familiar… un asunto con mi madre. Lo siento si te alarmé —le respondí, con un suspiro tembloroso, bajando la mirada como si me sintiera avergonzada.Vi que dudó. Estaba procesando. Sopesando.No podía permitir que leyera el mensaje, ni que vi
**Krimson**Lyra parecía quebrarse por dentro al soltar aquella confesión, como si decirlo en voz alta la rompiera un poco más.—Mikail quiere matarme —había dicho, con los ojos vidriosos.Sentí un puño apretándome el estómago. Porque por mucho que ese bastardo la hubiera lastimado, algo en mí se resistía a creerlo capaz de algo tan vil.—Mikail puede ser un desalmado —le dije con calma, aunque mis propios pensamientos se agolpaban—, pero no creo que sea un asesino de inocentes, Lyra. Ni siquiera él se atrevería a mandar hombres a acabar con una mujer indefensa.Ella no respondió. Solo clavó los ojos en el suelo, temblando aún, como una hoja zarandeada por el viento. Quise decirle algo más, pero ella me miró de pronto y su expresión cambió.—Krimson… —susurró—. Estás herido.Bajé la mirada hacia mi costado. Apenas una mancha oscura que ya comenzaba a cerrarse gracias al factor regenerativo que poseíamos los Lycans. No lo había notado, pero el ardor me lo confirmó.—No fue nada. Ya e
El aire olía a incienso y a sangre. El salón principal de la manada Moonfang, que una vez fue mi hogar, se sentía ahora como una prisión. Cadenas de plata ardían en mis muñecas mientras me arrodillaba en el centro de la sala, con la mirada baja y el corazón latiendo con furia. No por miedo, sino por la impotencia. La conferencia de los Alfas había sido un evento de honor, un momento en que los líderes de las manadas más poderosas se reunían para discutir alianzas y disputas. Sin embargo, lo que debería haber sido un evento diplomático se había convertido en un juicio público contra mí, la hija del Alfa asesinado y la mate del recién nombrado Alfa Rowan. Estaba de rodillas en el centro de la sala, mi cabello caía desordenado sobre mi rostro, mientras mi respiración temblorosa era lo único que rompía el silencio antes de la sentencia. —Yo rechazo a la Luna Lyra como mi compañera —la voz de Rowan resonó con frialdad, haciendo eco en la sala. Las palabras de Rowan fueron un cuchi
El frío de la noche me envolvía como una mortaja cuando cerré los ojos. No quería abrirlos. No quería enfrentar la realidad de lo que acababa de suceder. Pero incluso en la oscuridad, mi mente no me dio tregua. El recuerdo llegó con una claridad cruel.Era la noche del nombramiento de Rowan como Alfa. La celebración estaba en su punto más alto, con la manada Moonfang mostrando su poder y riqueza ante sus invitados. La música resonaba en el gran salón, las risas se mezclaban con el tintineo de copas y el aroma a especias flotaba en el aire. Yo no me sentía bien. Mi cuerpo estaba extraño, pesado, como si algo estuviera nublando mis sentidos. Busqué a Rowan en la multitud, pero él estaba ocupado con los otros Alfas, disfrutando de su recién adquirido poder. Sus ojos apenas me habían buscado en toda la noche. —Calista —murmuré, apoyándome en su brazo cuando la encontré—. No me siento bien… Su rostro se iluminó con una sonrisa preocupada. —Oh, pobre Lyra. Déjame ayudarte. Ven