**Tharion**
La sala del consejo huele a miedo disfrazado de preocupación.
—La Luna los bendice, pero la Luna también los vuelve peligrosos —dice Halrik, con la voz neutra pero los ojos fijos en mí—. Algunos entre el pueblo están empezando a murmurar… que la Luna actual, tu compañera, ha sido demasiado implacable.
Demasiado.
Demasiado salvaje.
Demasiado ardiente.
Demasiado Luna.
—¿Y tú? —pregunto con voz baja, aunque el poder tiembla detrás de mi lengua—. ¿Tú también piensas eso?
Halrik vacila. No responde. Pero el silencio basta.
Miro alrededor. Hay incomodidad. Algunos evitan mis ojos. Otros los sostienen con la arrogancia de quien cree saber más. Pero todos están nerviosos. No solo por Lyra. Sino por lo que representa.
Una Luna que no se arrodilla.
Una Luna que no se quiebra.
Una Luna que arde.
Y yo… yo me debato entre protegerla de todos ellos y protegerla de mí mismo.
Porque sé que Lyra necesita ver a nuestro hijo muerto. Lo sé desde hace días.
Lo supe desde que me temblaron las