Tharion
El símbolo seguía humeando en la tierra como si el fuego sagrado se negara a borrarlo. Las marcas negras, curvadas como garras, palpitaban una energía que no era de este mundo.
No necesitaba que los sabios me confirmaran lo que ya sabía.
—Magia prohibida —gruñí, mirando a los ancianos reunidos en la sala del consejo—. Oscuridad pura.
Mis manos apretaron el borde de la mesa de piedra. El nombre que resonaba en las investigaciones me quemaba la garganta cada vez que lo escuchaba.
Eloise.
La madre de Mikail.
La criatura que casi destruye mi hogar… había tomado su forma antes de desvanecerse.
—Esto es inaceptable —dije con voz baja, contenida, pero cargada de veneno—. Esa mujer debe ser llevada ante el Consejo Superior y juzgada por crímenes de magia negra. ¡No toleraré que ninguna bruja juegue con la vida de mi manada!
Giré bruscamente al escuchar pasos suaves. Lyra.
Tenía al niño en brazos, envuelto en una manta blanca. Su rostro estaba tenso, los labios apretados, pero sus ojo