**Lyra**
El calor del cuerpo de Mikail contrastaba con el frío que sentía en mi piel.
Era una sensación extraña, me sentía liviana y pesada al mismo tiempo, como si flotara entre la vigilia y el sueño.
De repente, una exclamación familiar rompió el silencio.
—¡Alfa Mikail! —La voz de Ava denotaba sorpresa y preocupación.
Aunque la debilidad me envolvía, me esforzaba por mantenerme consciente, resistiendo la tentación de ceder a la oscuridad que amenazaba con arrastrarme.
Sentí cómo Mikail se detenía, y aunque mis párpados pesaban, pude entreabrirlos lo suficiente para ver el rostro alarmado de Ava.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó ella, acercándose rápidamente.
—Lo mismo debería preguntarte —gruñó Mikail, sin detenerse—. ¿Cómo se te ocurrió dejarla salir en su estado?
Ava dudó un segundo antes de responder, con nerviosismo evidente.
—Me pidió unas plantas para un té. Cuando volví, ya no estaba —su tono de voz era bajo, sumiso—. No quería pedir ayuda a los guardias… y que tú te enter