Serethia avanzó por las calles adoquinadas alumbradas por faroles, escondida bajo la capucha mientras procuraba que sus pasos se confundieran con el murmullo de la ciudad nocturna. Trataba de camuflarse entre los transeúntes dispersos y las parejas que caminaban a su lado.
Tan absorta iba en ello, que no reparó en la figura que avanzaba en dirección contraria, hasta que terminó chocando contra ella. El golpe fue un roce de hombros, pero con la suficiente fuerza para desestabilizarla por la debilidad de su cuerpo.
Intentó girar, evitando la caída, pero un brazo fue más rápido y la sostuvo en el aire. Alzó la vista y distinguió un rostro bajo una capucha raída, ocultando ropas sencillas.
—Pido disculpas, mi Lady —mencionó el desconocido y, de forma breve, pudo distinguir unos ojos dorados mirando los suyos. Fue solo un momento, y casi pasó desapercibida, pero una sonrisa ladeada se formó en sus labios—, mis ojos estaban fuera del camino.
Recuperándose, Serethia se irguió, alejándose un