El silencio después de la partida de Darian era tan denso que podía sentirlo en los oídos. Me quedé junto a la cama, los brazos cruzados sobre el pecho, sintiendo el suave tejido de la seda que no era mía como una segunda piel alienígena. Lugar seguro. Cárcel ritual. Opciones que no son opciones. Sus palabras giraban en mi cabeza, un carrusel de locura imposible.
Pero las visiones… esas no podía negarlas. El dolor del vínculo roto todavía resonaba en mi pecho, un eco fantasmal.
Caminé hasta la ventana. Tercer piso. Bosque infinito. Darian no había mentido sobre eso. El paisaje era hermoso de una manera salvaje y aterradora, y por un instante, la imagen del claro con el roble gigante se superpuso a la vista real. Un escalofrío me recorrió. ¿Estaba cerca de allí?
Un suave golpe en la puerta, tan diferente al sonido silencioso con el que Darian había entrado, me hizo dar un respingo. No era el golpe autoritario de un guardián. Era casi… juguetón.
—Alyssa? ¿O prefieres que pruebe con Sele