Capítulo 3

El sonido del despertador me arrancó de un sueño profundo. Mis ojos se abrieron de golpe, y la luz del amanecer se colaba por las rendijas de las cortinas. Estaba en mi cama.

Me incorporé de un salto, las sábanas empapadas en sudor frío. ¿Había sido todo un sueño? Mis dedos recorrieron mi brazo izquierdo, buscando el pinchazo de la jeringa, pero la piel estaba intacta.

—¡Alyssa! ¡Baja ya o llegarás tarde! —la voz de mi padre retumbó desde el pasillo, seguida del aroma a café recién hecho.

¿Llegar tarde a qué?

Me vestí a toda prisa, las imágenes de la cabaña, los tres hombres, sus palabras, aun danzando en mi mente como fragmentos de una pesadilla demasiado vívida. Al bajar las escaleras, encontré a mi padre sirviendo huevos revueltos en la mesa de la cocina.

—¿Qué…qué paso anoche? —pregunté, tratando de sonar casual mientras me sentaba.

—Llegaste cansada después de renunciar, te comiste la sopa y te fuiste a dormir como un tronco —respondió sin levantar la vista de su tarea—. Ahora date prisa. Te conseguí una entrevista en Fenrir Industries. La hija de Daniel, mi amigo del póker, es la asistente del jefe de recursos humanos.

¿Había sido una pesadilla? Aquellos hombres, lo que dijeron, como me trataron, el rencor en sus miradas. Seguramente tanto estrés por la renuncia me había hecho soñar estupideces. Volví mi atención a mi padre.

—No sé si estoy lista para otro trabajo tan pronto… —murmuré, pero mi padre me lanzó esa mirada. La que decía "No me discutas”.

—Es una oportunidad única y ya les dije que irías.

Comí en silencio. El asunto no estaba en discusión, era una orden y desde que tengo uso de razón, las órdenes de mi padre, siempre deben cumplirse.

(…)

El edificio de Fenrir Industries era un monstruo de cristal y acero, reflejando el cielo nublado como un espejo gigante. Últimamente los días eran esta especie de saco gris y la lluvia terminaba sorprendiéndote en cualquier parte.

Al entrar, el aire olía a limón y lavanda. Mis tacones repicando contra el suelo, mientras apretaba mi bolso contra mis costillas tratando de calmar los nervios. Era una empresa importante y yo no era más que una recién graduada, no iban a contratarme.

—¡Alyssa! ¡Por aquí!

Una mujer de cabello rojo intenso me sonrió desde la recepción. Me acerqué inmediatamente y ella me recibió con un saludo de manos.

—Soy Madison, tu padre le dio una foto al mío para que pudiera reconocerte, es un placer.

—Igualmente —respondí con cortesía.

—Somos una empresa enorme, pero le irás cogiendo el ritmo, si te contratan.

Sus ojos verdes brillaban emocionados.

—Espero que lo hagan, siempre es bueno tener amigos cerca —me dijo mientras me impulsaba a caminar—. Sígueme, el señor Harlow te espera.

Mientras caminábamos por el pasillo, noté que las paredes estaban decoradas con cuadros de bosques bajo lunas llenas. Uno en particular me detuvo en seco: un lobo negro aullando ante una luna roja.

—¿Te gusta? —Madison giró, siguiendo mi mirada—. Es una pieza exclusiva de uno de nuestros dueños.

—¿Dueños? —cuestioné confundida ante la mención en plural.

—Si. Los hermanos Valtierra.

Valtierra. El nombre resonó en mis huesos.

Subimos en el elevador hasta la segunda planta y luego Madison se despidió dejándome en la puerta de la oficina. Al entrar un hombre calvo con gafas de montura dorada me invitó a tomar asiento frente a su escritorio mientras hojeaba lo que parecía ser mi CV.

—¿Por qué dejó su último empleo? —preguntó.

—Incompatibilidad de valores —mentí, evitando mencionar a mi exjefe acosador y mis pocas ganas de pasarme la vida trabajando encerrada en una oficina.

—¿Cómo maneja el estrés, señorita Alyssa?

—Respiración profunda y lista de prioridades —otra mentira. En realidad lloraba en el baño.

Luego de pasar por tantos trabajos me sabía de memoria lo que debía responder en estas entrevistas.

Fue entonces cuando la puerta de la oficina se abrió. El ambiente se volvió denso y sentí una impotente figura detrás mio. La piel se me estremeció por completo y cuando giré para conocer la identidad de la persona. Un leve espasmo me sacudió.

Era él. Uno de los hombres de mi sueño. El corazón comenzó a latirme deprisa a medida que se acercaba a nosotros. ¿Cómo es posible que sea él?

El hombre alto y ancho de mi pesadilla ahora enfundado en un traje nergro que costaba más que mi pequeña casa. Su melena castaña, salvaje en mi sueño, ahora domada en una coleta impecable.

—Informe de contrataciones, Harlow —dijo con una voz que hizo temblar mis costillas.

No me miró. Ni un gesto, ni un titubeo. Como si fuera una desconocida.

Lo era después de todo, aquello solo había sido un sueño.

El jefe de recursos humanos se puso de pie tan rápido que las gafas se le desnivelaron.

—¡Señor Valtierra! Esta es la candidata que…

—No interrumpa mi reunión por trivialidades —cortó el hombre, alargando la mano para tomar la carpeta que Harlow le ofrecía.

El señor Valtierra salió de la oficina tan rápido como había entrado. Harlow se recuperó en su asiento y llevó su mirada compasiva hacia mi.

—Lo lamento, el señor es muy estricto en cuanto a sus compromisos, había olvidado que necesitaba ese informe para hoy.

—Entiendo —respondí sintiendo como me faltaba el aire.

—La llamaremos en un plazo de veinticuatro horas para darle una respuesta.

Asentí y salí de la oficina con rapidez. Necesitaba salir del edificio, la voz fría de aquel hombre seguía repitiéndose en mi cabeza una y otra vez mientras daba pasos hacia el elevador. Iba tan sumida en mi mundo que ni siquiera me percaté cuando mi hombro chocó con el de alguien y mi bolso cayó al suelo.

—¡Lo siento! —dije de inmediato mientras me agachaba a recoger mis pertenencias regadas por todo el suelo.

Unas manos grandes con muchos anillos me ayudaron a guardar todo de regreso en mi bolso.

—Todo está bien, tranquila.

Esa voz.

Levanté la vista y encontré unos ojos verdes esmeralda que me observaban con curiosidad. El impacto hizo que me tambaleara hacia atrás y él me sostuvo por el brazo.

No podía estar pasando. Era otro de los hombres de mi sueño. Me estrujé los ojos con las manos, a lo mejor todavía seguía dormida.

—¿Estás bien? —me preguntó con una sonrisa cálida.

Me puse de pie de inmediato.

—Necesito salir de aquí.

Caminé deprisa con las cosas que ya había echado en el bolso, si algo había quedado en el suelo, no importaba, solo necesitaba aire fresco.

Las puertas del elevador se abrieron y me refugié dentro. Los minutos pasaron deprisa y cuando se detuvo en la recepción y las puertas se abrieron. El aire abandonó completamente mis pulmones, frente a mi estaba el tercer hombre de mi sueño, esos ojos dorados que serían imposibles de olvidar.

—¿Vas a quedarte ahí parada o vas a salir? —preguntó con molestia.

Asentí con nerviosismo y salí a toda prisa del edificio sin mirar atrás. Afuera nuevamente llovía y las gotas de agua fría comenzaron a mojarme. Un taxi se detuvo de inmediato frente a mí y mientras me acomodaba en el asiento trasero una notificación aparecía en mi celular.

“Usted ha sido contratada. La esperamos mañana”

Tenía un trabajo en Fernir Industries. Un trabajo en la empresa donde estaban los tres hombres que había visto en mis sueños. Ahora necesitaba convencer a mi padre y renunciar antes de empezarlo.

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