La puerta del refrigerador se cerró con un golpe seco. Mi padre ni siquiera levantó la vista del periódico, pero el aire en la cocina ya estaba tenso, cargado de esas discusiones que estábamos teniendo desde que llegué a casa con la noticia del trabajo.
—No voy a ir. Las palabras cayeron como una bolsa entre nosotros. Finalmente, mi padre dejó el periódico a un lado y me miró con esa expresión que ya conocía demasiado bien: frustración disfrazada de paciencia. —Alyssa, no empieces otra vez. Es un puesto con beneficios. ¿Cuántas oportunidades así crees que van a aparecer? Apreté los labios evitando su mirada mientras jugueteaba con el borde de mi taza de café. ¿Cómo explicarle que cada vez que pensaba en ese edificio de cristal un escalofrío me recorría la espalda? —No me gusta ese lugar. Algo…no cuadra. —¿Qué cosa? —preguntó inclinándose hacia delante—. ¿El sueldo? ¿El horario? —El ambiente. La gente. No sé…me da mala espina. Mi padre soltó un suspiro largo, como si estuviera agotado de mis excusas. —Mira, hija, entiendo que estés nerviosa, pero necesitamos esto. Los ahorros no duran para siempre, y con los gastos de la casa…—dejó la frase incompleta, pero el mensaje era claro: no hay opción. —La gente... no actúa normal —continué mí estúpido intento por convencerlo. —¡Porque son profesionales! —Se pasó una mano por el rostro, dejando tras de sí el rastro de una frustración que iba más allá de esta discusión—. M****a, Alyssa. ¿Sabes lo que tuve que tragar para conseguirte esa entrevista? Daniel me debe favores desde la universidad, y ahora... —¡No te pedí que lo hicieras! El grito resonó en la cocina como un disparo. Mi padre palideció. Nunca le alzaba la voz. —Lo siento —murmuré, pero ya era tarde. La herida estaba abierta. Antes de que pudiera responder, mi teléfono vibró sobre la mesa. Un correo electrónico. Asunto: ¡Bienvenida a Fenrir Industries! Gala de beneficencia – Esta Noche 8pm. Una invitación adjuntada. El corazón se me aceleró. ¿Una fiesta? ¿Tan pronto? —¿Qué pasa? —preguntó mi padre, leyendo mi expresión. —Nada. Solo que…ya me invitaron a un evento de la empresa. Esta noche. Sus ojos brillaron con un alivio que me dolió más de lo que hubiera admitido. —¡Eso es! —Exclamó, como si el mensaje hubiera resuelto todos nuestros problemas—. Así conocerás el ambiente de verdad. Seguro hasta te gusta. Quise gritar. Quise decirle que el mensaje no tenía signos de exclamación, que sonaba más a orden que a invitación. Que estaba cansada de segiir sus órdenes y no ser dueña de mi propia vida, de vivir encerrada en casa, trabajando para mantenerlo a él y a sus vicios. Pero cuando abrí la boca, lo único que salió fue: —¿Y si tengo razón? ¿Y si algo está terriblemente mal ahí? Mi padre me miró por un largo momento. Luego, con una suavidad que no usaba desde que era niña, dijo: —Entonces te creeré. Pero dales una oportunidad. Por mí. Y supe que había perdido. Me levanté en silencio y subí a mi habitación. El recuerdo de los 3 hombres en mi mente. ¿Cómo pude haber soñado con ellos sin haberlos visto antes? ¿Por qué justamente tuve que ir a su empresa entre todas las de la ciudad? Eran tantas las preguntas que no tenían respuestas, lo único que sabía con certera era que mi padre no iba a permitir que renunciara al trabajo sin intentarlo. Así que estaba obligada a ir a Fernir Industries, a la gala de beneficencia y luego huir como hice con cada trabajo.