Capítulo 5

Kyrian:

La lluvia golpeaba los ventanales de mi oficina en Fenrir Industries. Frente a mí, mis hermanos y Silas Thorn, mi mano derecha, esperaban instrucciones. El ambiente estaba tenso luego de que ella impregnara el edificio con su olor. Aunque se había marchado hacía algunas horas podía sentirla en cada maldito rincón.

—La fiesta de beneficencia debe ser impecable —dije, recorriendo la lista de invitados con mis dedos—. Los Rothschild, los Van Holt…que ningún detalle escape.

Darian, reclinado en el sillón de cuero negro, jugueteaba con el dije de plata de su cadena. El mismo que lo había acompañado durante tantos años.

—¿Y los regalos para los socios claves? —preguntó, llevando su mirada a mi mano derecha.

—Enviamos las estatuillas de Fenrir en obsidiana —respondió Silas su voz ronca como piedras chocando. Su cicatriz en forma de garra le cruzaba la mejilla izquierda—. Como pidió, señor Darian.

Ezren, inmóvil junto a la chimenea, asintió sin apartar los ojos de las llamas- sus pupilas doradas reflejaban el fuego como un augurio.

—El discurso de apertura… ¿lo tiene el presidente del banco? —preguntó apartando la mirada hacia nosotros.

—Firmado y memorizado —Silas deslizó un dossier sobre mi escritorio—. Incluí las líneas rojas que usted sugirió, señor.

Mi mirada se posó en el último nombre de la lista de asistencia confirmada: Alyssa M. Valente.

—¿A ella se le envió la invitación? —pregunté, manteniendo la voz neutra como el acero.

Silas inclinó la cabeza, una sombra de respeto en sus ojos.

—Por correo certificado. Y una llamada de Madison par motivarla.

Darian soltó el dije de su cadena.

—¿Confirmó su presencia? —preguntó.

—Si —Silas mostró una copia del mensaje de texto en su Tablet.

¨Asistiré. Gracias¨

Firme. Sin emoción. Igual a ella, mintiendo sobre el veneno en los pozos.

Ezren se giró lentamente.

—¿El vestido?

—El paquete de Morwenna llegará a su puerta en unas horas —Silas señaló en su celular un mensaje de nuestra diseñadora—. Plateado, como lo ordenaros los señores.

Un silencio pesante llenó la habitación. Hasta Darian contuvo el aliento. Finalmente las cosas comenzaban a ordenarse.

—Bien —dije levantándome. La cicatriz de mi ceja latía al recordar su rostro en la cabaña: ese miedo, esa falsa inocencia, como si no fuera capaz de destruir el mismo mundo si así lo quería—. Que no interactúen con ella hasta que yo de la señal.

—¿Y si huye? —preguntó Ezren, otra vez con la mirada perdida en las llamas de la chimenea.

Mi sonrisa fue un filo.

—Su padre ya recibió el segundo pago. Él no dejará que huya.

Silas se desvaneció en la penumbra del pasillo. Ezren murmuró algo sobre verificar los candelabros en el gran salón. Darian se acercó a la ventana, su reflejo superpuesto al perfil de la enorme ciudad.

—Kael… —su voz fue casi un susurro—. ¿Y si esta vez es diferente?

Agarré el reloj de oro de mi muñeca. El mismo que usé cuando la inyecté con el suero.

—El pasado nunca cambia, hermano. Solo se repite. Y esta vez, nuestra Luna no escapará.

Darian continuó contemplando la ciudad. Su mirada perdida. Para él era más dificil odiarla, su corazón era demasiado blando.

—Eren ha dicho que no recuerda nada, tal vez…

Gruñí con molestia.

—¿Crees que no volverá a ser la misma perra cuando recuerde su vida pasada?

No respondió. Ambos sabíamos que la arpía de Selene nunca cambiaría, ni aunque ahora se llamara Alyssa Valente y tuviese unos ojos que derramaban inocencia.

—¿Cuándo le diremos quiénes somos?

—Cuando llegue el momento. Debemos de seguir el plan, primero tiene que caer rendida a nuestros pies, igual que lo hizo hace 100 años.

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