Capítulo 2

La Luna era un ojo abierto en el cielo, rojo y palpitante, iluminando el claro del bosque donde yacía desnuda sobre pieles de lobo. Tres sombras me rodeaban, sus siluetas tan familiares como el latido de mi corazón.

Cuando abrí los ojos, no estaba en mi apartamento, ni en la ciudad. Estaba en una cabaña pequeña, de madera antigua y ventanas cubiertas por cortinas. El aire olía a bosque húmedo y a tierra mojada y la luz que entraba era tenue.

De repente escuché voces. Tres voces discutiendo en la sala contigua, tensas, enojadas, como si pelearan por algo muy importante.

—No vamos a dejarla ir —dijo una voz grave y fría.

—No es tan sencillo, Kyrian —replicó otra, más suave pero firme.

—Es nuestra Luna, no podemos tratarla así —añadió una tercera voz, más calmada, pero con una pizca de tristeza.

Antes de que pudiera entender más, la puerta se abrió.

Un hombre enorme apareció. Imponente, de músculos marcados, mirada oscura como la noche sin estrellas y una melena castaña en estado salvaje. Su presencia era dominante, y me sentí diminuta bajo su intenso escrutinio.

—Que te hagas la inocente, no va a salvarte —su vos resonó como un trueno contenido—. Ya te tenemos, y pagarás por todo lo que hiciste.

Me quedé paralizada. ¿Quién era? ¿Qué había hecho para merecer ese odio? El miedo me oprimía el pecho y las lágrimas comenzaron a deslizarse sin control.

—¿Yo? —logré susurrar, con la voz temblorosa—. No sé de qué hablas…no los conozco.

Él avanzó un paso y su rostro se endureció aún más.

—Por mucho que intentaras ocultarte, íbamos a encontrarte hasta en el fin del mundo, Luna.

—¡No me llamo Luna! —grité sin poder controlar mi llanto.

Sentí que mi corazón latía tan fuerte que temía que alguien pudiera escucharlo. Quise levantarme, huir, pero mis piernas no respondían.

La discusión continuó fuera de la habitación, y entonces la puerta volvió a abrirse.

Entraron dos hombres más.

El primero tenía ojos cálidos, una sonrisa suave y un aura tranquilizadora. Se acercó con cautela, como si temiera hacerme daño.

—Déjala, Kyrian —dijo con calma—. No necesitamos que sufra más de lo necesario.

Kyrian, el hombre de mirada oscura, dio un paso hacia él con una amenaza contenida.

—No permito que la cuides, no lo merece.

El tercero, silencioso hasta ese momento, se plantó junto a ellos. Sus ojos dorados brillaban con intensidad, su voz era fría y segura.

—Ella no recuerda nada.

Miré a sus ojos. Él parecía el más sensato de los tres y con una mirada suplicante le pregunté:

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de mi?

—Somos los tres alphas caídos: Kyrian —señaló al primer hombre en entrar que me observaba con ira—, Darian —señaló al de la mirada dulce—, y yo, Ezren.

Llevé mis ojos a cada uno de ellos. Sintiéndome totalmente perdida y sola.

—¿Por qué me trajeron aquí?

Esta vez Kyrian habló:

—Eres la reencarnación de alguien que nos traicionó en el pasado y no te irás de aquí hasta que concluyamos con nuestra venganza.

El silencio invadió la habitación mientras sus palabras resonaban en mi mente. Yo no sabía que creer, solo sabía que estaba atrapada en un mundo que no comprendía, rodeada por tres hombres que me veían como el enemigo.

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