SERENA
El Alfa Valentín me miraba fijamente, con la mandíbula por el suelo.
—¿Cómo? —Balbuceó, dando un paso tembloroso hacia mí. Se inclinó, con voz ronca—. ¿Dijiste que te llamas Serena? —Se detuvo con sus ojos bajando como si le faltara algo.
Antes de que pudiera entenderlo, me envolvió en un abrazo aplastante. Su voz, temblorosa y cargada de emociones, retumbaba en mi oído. —¡Serena! ¡Mi hija, Serena! ¡Por fin has vuelto a casa!
—¡¿Qué?! —Gritó Carlos, con los ojos tan abiertos como platos mientras me miraba.
Elías permaneció callado, pero su rostro estaba pálido por la impresión.
¿De qué estaba hablando? Las lágrimas caían por el rostro del Alfa Valentín mientras me sostenía como si fuera una estatua. Sentí que todo el mundo da vueltas.
—¡Ahora lo entiendo! —Exclamó el alfa, con voz repentinamente clara—. ¡Por eso te pareces tanto a Carlota! ¡Tienes su rostro!
Ciro sonrió con suficiencia y asintió. —Sí, el parecido... por eso sentía que te conocía de algún lado. Ahora todo tiene