Ares se había resistido a volver sin antes tener a Isabel por completo. Él se negó a abandonar el mundo humano sin la conexión con su luna totalmente reconstruida, pero Henrry no estaba dispuesto a dejar que el mundo se viniera abajo por la ausencia del alfa; esta vez era distinto.
—No es solo una amenaza, Ares. —Dijo con firmeza, tratándolo como ese amigo de infancia y no como su alfa. —Es una declaración de guerra, están cuestionando tu liderazgo. Si no volvemos pronto, esto se va a salir de control. Gloria no está lista para una situación así. —Ares apretó los dientes.
Lo sabía, lo había sentido en la piel desde hacía días. Los rumores, la tensión entre las alianzas, los susurros de traición que se propagaban como fuego en el campo seco. Lo que antes eran alianzas firmes, ahora eran cuchillos a medio afilar en la oscuridad, esperando el momento justo para clavarse en su espalda.
Miró de reojo a Isabel. Ella hablaba en ese momento con Lucía, esa humana que no se separó más de ella.