El lugar estaba en silencio, Ares callado solo esperando una respuesta, pero dentro de Isabel todo era un estruendo. Su pecho subía y bajaba con fuerza mientras intentaba mantenerse firme, sostener sus propias decisiones, no caer en las redes de Ares otra vez, pero… ¿Cómo hacerlo cuando su alma estaba hecha para él? ¿Cómo resistirse cuando su corazón palpitaba con más fuerza cada vez que él estaba cerca?
El vínculo, el maldito vínculo. Lo sentía, lo respiraba y lo odiaba porque mientras su mente le repetía una y otra vez que Ares era su verdugo, que había sido él quien destrozó su mundo y su cuerpo, su corazón parecía ir en dirección contraria, aferrándose a ese amor brutal que nunca había podido arrancarse.
Ese era el castigo de su propia sangre, de su propia maldición. Amar al hombre que la había destruido, desearlo incluso mientras sus cicatrices seguían abiertas y Ares lo sabía, claro que lo sabía.
Ares decidió darle ese espacio que ella le pidió en medio del pesado silencio. N