Corina Méndez es una hermosa y carismática mujer que pensaba tener una vida perfecta, hasta que el destino le dio un revés que la hizo ver la realidad de su ingenuidad. La huella que dejó en ella la traición que vivió en su pasado la ha hecho convertir en una persona algo insegura y temerosa de enamorarse, negándose a sentir algo por el apuesto e insistente Albert Bustamante, un empresario estricto, arrogante y mujeriego. En su interior, Albert anhela llenar el vacío que han dejado sus pérdidas y conseguir una felicidad genuina alejada de la vanidad; de imprevisto Corina aparece en su vida, deseando su compañía desde ese instante. ¿Podrá Albert cruzar el abismo que Corina ha interpuesto entre los dos?
Ler mais—¿Desde cuándo? —Entre sollozos y rostro consternado, éstas fueron las únicas palabras que pudieron articular los labios de Corina al descubrir un secreto que rompió su corazón en mil pedazos y dejó una gran herida en su alma.
Son las dos de la mañana cuando Corina Méndez abre sus ojos por los rugidos de una tormenta que viene acercándose con mucha prisa. Entre dormida y despierta se sienta en su cama y mira a su lado, no se encuentra nadie; luego a su alrededor, observa una habitación oscura y fría en la que sólo ella está, en ese momento termina de despertar y recuerda que se halla cubierta por un manto de tristeza, soledad y decepción desde hace pocos meses; se recuesta nuevamente, se envuelve entre sus sábanas y lágrimas empiezan a brotar como un manantial durante largo rato, hasta quedarse dormida nuevamente.Ha amanecido, es un día radiante y hermoso, las aves cantan y vuelan felices después de aquella noche tan lluviosa que ha purificado todo, todo fuera del departamento de Corina; en su interior es gris, se respira un aire de profunda tristeza. Corina abre lentamente sus ojos hinchados, mira el reloj y se da cuenta de que llegará muy tarde a su trabajo, entonces, se levanta rápidamente y se pone en marcha.Como todos los días, llega a la oficina tan distraída que no se percata que alguien le de los buenos días, ya no habla ni saluda a nadie de allí, solo con sus jefes cuando es necesario. Corina es una mujer que luce delgada, de ojos color miel sin vida, hundidos y rodeados de ojeras; labios pálidos, cabello corto y desaliñado, además, viste siempre ropa olgada de colores lúgubres. Sus compañeros de trabajo ya la ignoran, pues, la ven como una persona solitaria, no importa de qué buenas maneras traten de acercarse a ella, hará caso omiso de la existencia de ellos; solo conversa de vez en cuando con sus dos únicas amigas, Diana y Avril, ésto si decide reunirse con ellas o contestar sus constantes llamadas. Su sombría vida no siempre fue así.Corina Méndez era una mujer hermosa, tenía una larga cabellera castaña y lisa, vestía muy bien y bastante elegante, estaba llena de vida, era amable y siempre sonreía. No hablaba mucho de su vida personal con sus compañeros de trabajo, pero cuando la necesitaban estaba ahí para ayudar y dar buenos consejos. Constantemente querían conversar con ella, inspiraba confianza y nunca se expresaba mal de las personas, irradiaba buenas vibras, no dejaba de ver el lado positivo a alguna eventualidad. Después de haber estado ausente durante algunos días, llegó a la oficina con aquel semblante sombrío. En efecto, sus compañeros estaban preocupados por ella, intentaron acercarse de mil y un maneras para saber qué le ocurría y ver en qué podían ayudarla, pero ella simplemente los ignoró, su cuerpo estaba allí pero ella ya no; con el tiempo, ellos se rindieron. Solo sus amigas sabían lo que le había ocurrido.Hace pocos meses Corina sentía que su vida era perfecta. Tenía un padre ejemplar, Edmundo, quien la educó solo desde que ella tenía 8 años, ya que su madre había perdido la batalla ante el cáncer de senos. Aunque eran una pequeña familia, eran felices, tenía un padre amoroso, entregado a su hija, comprensivo y a quien ella le contaba casi todo, era su mejor amigo. También tenía un esposo que para ella era perfecto, consideraba que era un hombre caballeroso, atractivo, comprensivo y fiel, la ayudaba en lo que podía, ya tenían siete años casados. Poseía un trabajo que disfrutaba y que era bien remunerado. Habían adquirido una hermosa casa con un gran jardín, como siempre había soñado, pues, los jardines le recordaban a Amelia, su madre, ahora deseaba con ansias que un pequeño retoño al fin llegara a la familia. ¡Qué más podía pedirle a la vida!El 15 de mayo era el séptimo aniversario de Corina y su esposo, llovía fuertemente, como nunca; Rubén le pedía que se quedara acurrucada con él, no iría a trabajar, pero ella no podía, tenía que asistir obligatoriamente a resolver unos pendientes en la oficina. En realidad, había planificado ese día durante meses; Rubén siempre había querido conocer Italia y Corina le daría ese regalo como una sorpresa cuando llegara a casa. Partirían esa misma tarde.Eran las diez de la mañana y Corina ya había dejado todo en orden en la oficina para las próximas dos semanas, ahora se dirigía a casa de su padre, se despediría de él. Tocó la puerta varias veces y se dio cuenta de que no estaba, por lo que siguió hacia su casa muy emocionada para darle la sorpresa a Rubén, pensó en pasar de nuevo a casa de su padre antes de ir al aeropuerto, no podía irse sin despedirse de él.Cuando Corina llegó entró cuidadosamente para sorprender a su esposo, supuso que estaba dormido, pues, el clima lluvioso se prestaba para eso; abrió lentamente la puerta de la habitación y nada la había preparado para aquella escena.Ahí estaban, su padre y Rubén, abrazados, desnudos, juntos, piel con piel y besándose apasionadamente. Corina se llevó una mano para tapar su boca y no dejar escapar algún sonido, sus lágrimas brotaban incontrolablemente; observó por unos largos segundos esa escena tan desgarradora para ella, pensaba que era una pesadilla, tal hecho no podía ser real; por tal motivo, observó y observó, esperando que esa alucinación se disipara; de pronto, Edmundo se percató de que ahí, justo en la puerta, estaba su hija. Inmediatamente empujó a Rubén con toda la fuerza que tenía que lo sacó de la cama, a su vez, se levantó brúscamente con una mano hacia su hija y otra intentando tapar su sexo desnudo:—¡Hija, espera, ven, déjame explicarte...!Corina se apartó para evitar que su padre la tocara y con voz ronca y entrecortada, sólo preguntó:—¿Desde cuándo? —Fueron las palabras que pudieron articular sus labios. Mientras Rubén tomaba una sábana y se la colocaba en la cintura cuando se ponía de pie.Rubén y Edmundo se miraron, con rostros angustiados y dolidos por lo que le habían hecho a Corina y lo que le dirían, pero en un abrir y cerrar de ojos ella había salido de la habitación, sin decir nada más. No quería saber la respuesta a su pregunta, ya que no había ningún tipo de excusa ni explicación para semejante traición de los hombres que más amaba. Rubén salió corriendo tras ella, no quería perderla; fue en vano, ya ella se había marchado.El corazón de Corina se destruyó en mil pedazos, aquella mujer radiante y sonriente, segura de sí misma, que vivía en una burbuja de ingenua felicidad acababa de morir.Un hecho, un instante o simplemente una frase, pueden cambiar el rumbo de tu vida, seguir aquel nuevo camino impuesto por el destino dependerá de cuán fuerte seas para sobrellevarlo. Mis días en este plano me enseñaron que cuando luchas un poco más sin rendirte, tendrás momentos invaluables e insuperables que podrán tachar tus penas y reescribir aunque sea por poco tiempo, pero que quedarán en tu alma por la eternidad.Mi querida Corina, si estás leyendo esto, significa que ya me he ido. Perdóname si en algunas ocasiones fui mandona, insistente y sobreprotectora, no podía dejarte hundir por las huellas de tu pasado; no podía permitir que mi hermanita se resistiera a vivir teniendo tantos puntos a su favor y si, siempre te consideré mi hermanita, crecimos juntas y tus padres me brindaron el amor y cariño que nunca conocí de los míos; fui lo que fui gracias a ustedes. Escribo esto con las últimas fuerzas que me quedan, mi cuerpo está agotado, aunque mi voluntad sea continuar para sumar
Pasado mediodía Albert despierta lentamente, toca a ambos lados de la cama y nota que está solo en ella, por lo que se levanta brúscamente; haciéndose preguntar si su encuentro con Corina la noche anterior había sido un sueño o producto de la imaginación debido al cansancio. Al poco tiempo ella sale del baño envuelta en una toalla, lo que hizo que Albert soltara un suspiro de alivio al verla, Corina se le acercó con una tierna sonrisa al darse cuenta de que había despertado.—Hola cielo, buenos días... —Ella le dio un cálido beso. —¿Dormiste bien?—Buenos días linda... Dormí como no lo había hecho desde hace meses... ¿Y tú?—También... Extrañaba tu calor... —Corina le da un beso más y comienza a alistarse.—¿Vas a algún lado sin mi?—Oh... Iba a comer algo, tu bebé está reclamando por comida... No quería molestarte, parecías muy cansado.—Pues de ahora en adelante me vas a despertar cuando necesites algo, sin importar la hora que sea. Ya estoy aquí para ustedes. ¿Ok?—Pero... —Albert l
El avión privado aún no terminaba de detenerse en la pista cuando Albert se encontraba ansioso por bajar, cuando al fin puede bajarse, recoge su equipaje de mano y sale con rapidez; Frank lo esperaba con el auto estacionado cerca del avión en la pista.—Hola sr. Albert. ¡Gusto en verlo! —Albert estrecha su mano.—¡Frank! Es agradable verte de nuevo... —Él abrió la puerta del auto para que Albert subiera.—¿Cómo estuvo su viaje?—Uff, me pareció eterno y bastante agotador.—Fueron muchas horas... ¿Lo llevo a casa para que descanse? —Pregunta Frank poniendo el motor en marcha.—No, necesito que me lleves al departamento de Corina lo más pronto que puedas. —Frank esbozó una sonrisa.—Me alegro que quiera reunirse con la señora Corina, pero ella no está en allá ahora.—¿Cómo? Por la hora supongo que está con Diana o Avril entonces... Si es que las cosas no han cambiado.—Tampoco está allá. Está de viaje. —Claro, no todo podía ser tan fácil. Pensó Albe
Charlotte Moncada masajea suavemente los hombros de Albert con sus delicadas manos.—Estás rígido... tenso... —Le susurra seductoramete.—¿Te puedes sentar y dejar de hacer eso? No entiendo por qué lo haces. —Dice Albert un poco incómodo por el tacto de Charlotte.—¿Por qué? ¿Temes que te guste? —Le dice cuando busca sentarse frente a él, éste la mira con dureza.—¿Me explicas por qué esa actitud seductora? —Coloca su taza de café sobre la mesa, están cenando en un lujoso restaurante de la ciudad.—Shhhh, es que están unos amigos de papá con los ojos puestos en nosotros y tengo que hacer creerles que tenemos algún acercamiento romántico. —Albert levanta una ceja y la sigue mirando con dureza.—Sigo sin entender... —¡Oh! Pero qué antipático eres... ¡Felicidades! Ya eres el amargado de hace algunos años atrás, otra vez.—Ajá... ¿Entonces me vas a explicar qué ocurre o no? —Pregunta Albert, a lo que Charlotte resopla.—Es que la nueva ocurrencia de
Corina observa ensimismada desde la cama hacia la ventana de la habitación cómo a las afueras nubes grises empiezan a formarse. Se exalta cuando escucha a Edmundo entrar de repente con gran preocupación. —¡Cora! ¿Cómo estás hija?—¡Papá! —Edmundo le da un fuerte abrazo y un beso en la frente.—¡Por Dios! Pudiste decirme tan pronto te ingresaron, no debiste esperar dos semanas para eso.Durante las últimas semanas Corina había mantenido comunicación constante con su padre sin informarle sobre lo que estaba viviendo, éste día, después de dos semanas se lo comunicó y sin pensarlo dos veces, él se fue inmediatamente a verla.—Papá, no deberías recibir emociones fuertes. Ya estoy un poco mejor y tu nieto se está fortaleciendo. —Edmundo esboza una gran sonrisa de felicidad al escuchar nuevamente a Corina decir que está mejorando y además, que será abuelo.—Desde que me lo contaste esta mañana, no puedo dejar de pensar que seré abuelo. Felicidades mi princesa...
Corina llegó a su departamento, silenciosa, distraída, parecía andar aún procesando lo que Rubén le había dicho hacía pocos minutos. Se sirvió un vaso de agua con las manos algo temblorosas, se empezaba a convertir en un nido de emociones. —Corina Méndez, ¿por qué no habías mencionado que te ibas a ver con ese individuo? —Preguntó Diana al darse cuenta de que Corina había llegado.Al poco tiempo, Diana y Avril notaron a su amiga algo extraña.—Cora, ¿qué sucedió allá? ¿Rubén te hizo algo? —Cuestionó Avril con preocupación, mientras Diana estaba atenta, a lo que Corina negó con la cabeza.—No... se portó muy bien... Debo ir ya mismo a hacerme esa prueba de embarazo y buscar a Albert... —Se empezaba a agitar, a caminar de un rado a otro, quería hacer todo a la vez.—Hey, calma. ¿Qué fue lo que te dijo Rubén exactamente? —La detiene Diana sujetándola por los hombros.—¡Rubén nunca pudo ni podrá tener hijos Diana! —Se sorprenden al escuchar eso, después de
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