Capítulo 69. El Refugio de los Secretos
El aire de Toronto era una navaja helada que me cortaba la cara mientras caminábamos por la pista privada hacia el jet.
Mis pasos eran lentos y pesados, no solo por los siete meses que cargaba en el vientre y que me hacían sentir que cada músculo de mi espalda estaba a punto de rendirse, sino por la angustia que me apretaba el pecho.
Volver era necesario, pero volver significaba enfrentarse a la realidad que habíamos dejado en pausa.
Me detuve a unos metros de la escalerilla del avión. El ruido de las turbinas calentándose era un rugido constante, pero mi mente hacía más ruido todavía.
Me giré hacia Alejandro, que caminaba a mi lado con esa seguridad que a veces me reconfortaba y otras tantas me sacaba de quicio.
—No quiero volver a la mansión —le dije, alzando la voz para que me oyera sobre el viento—. No hasta que sepa que todo es seguro para mí y para mi hijo.
Él se detuvo y me miró, entornando esos ojos grises que parecían querer leer cada uno de mis miedos.
—Valeria, ya hablamos