Capítulo 60. El placer es lo que nos une
El resultado se quemó en mis retinas. Estaba de pie en el baño de mármol, sin sentir las piernas, solo el frío álgido del terror. El test yacía en el suelo, una pieza de plástico insignificante que acababa de dinamitar mi vida y el frágil acuerdo que tenía con Alejandro.
Un hijo. Un hijo de mi padrastro. La prueba física e innegable del pecado.
No había tiempo para la histeria. Solo una certeza: tenía que decírselo a Alejandro, ahora. No podía esperar. No podía ocultarlo ni un minuto más. Necesitaba su control, su mente fría, su autoridad para convertir esta catástrofe en una estrategia.
Me vestí con las primeras prendas que encontré, agarré mi bolso y salí corriendo de la mansión, tomé las llaves del Bentley que Alejandro me había regalado y conduje hacia la firma como una fugitiva.
Llegué al rascacielos de la firma, dejé el auto con el valet sin siquiera mirarlo y subí al ascensor privado. Mis dedos temblaban al presionar el botón del piso ejecutivo.
Salí disparada hacia su despacho