Capítulo 58. La calma en el deseo
El peso de la conversación se había quedado flotando en el aire de la suite del Vesper. La estrategia, Eva, las mentiras... Alejandro sabía que mi mente era un nudo, y solo había una forma de desatarlo.
Me empujó suavemente hacia la pared, pero esta vez no era un acto de furia, sino de calma posesiva.
—Cierra los ojos, Valeria —me ordenó, su voz ahora era un ronroneo grave que prometía alivio.
Me quité la ropa interior y la tiré. Él hizo lo mismo. Sentí el contacto de su cuerpo desnudo contra mi espalda, una descarga de calor instantánea. Me rodeó con sus brazos, inmovilizándome y respirando profundo en mi oído.
—Respira conmigo. Olvida a todos. Solo estamos nosotros y esta habitación —susurró, y esa simple orden me hizo temblar.
Me tomó de la cintura y me giró. Me obligó a sentarme en el borde de una silla, con las rodillas separadas. Él se arrodilló entre mis piernas, tomando el control total.
Me miró a los ojos, y el espejo de la suite nos devolvió la imagen: el padrastro de rodill