Capítulo 45. El Regreso de Eva Montenegro
Omnisciente.
Alejandro estaba solo en su despacho. La rabia por la grabación borrada se había mezclado con el pánico por Valeria, y ahora, con la puerta abriéndose sin avisar, todo se detuvo.
Ahí estaba Eva Montenegro.
Ella no era alta, pero su presencia llenaba el lugar. Vestía ropa cara, con el toque frío y elegante de alguien que vive en el lujo de Budapest. Sus ojos, oscuros como el café, se posaron en Alejandro con una familiaridad que rompió la armadura del abogado.
—El amo y señor… —Eva sonrió, sin acercarse al escritorio—. Veo que la corbata y el traje te sientan mejor que hace diez años.
Alejandro se quedó inmóvil. Su rostro no mostró nada, pero por dentro se tensó. Eva siempre fue un incendio difícil de apagar.
—¡¿Eva?! ¿A qué viniste? —exclamo Alejandro, con la voz plana y fría. Usaba el tono de la razón para luchar contra el pasado.
—Vine a ver qué me dejó mi querida hermana y a disfrutar de la vista —respondió ella, dando un paso lento hacia adelante—. Y la vista eres tú.