Capítulo 44. Enemigo silencioso
La mañana fue un teatro. Alejandro y yo bajamos a desayunar fingiendo una paz que no existía. Él me ignoró por completo, actuando como si yo fuera un mueble caro más de la mansión.
Llegamos a la firma, y apenas puse un pie en el pasillo, él me agarró del brazo.
—Directo a mi despacho —me ordenó, sin mirarme. Su tono era de jefe, de abogado.
—¿No tengo mi propia oficina? —protesté, intentando sonar profesional.
—No. Hoy vas a trabajar solo conmigo. Tenemos que revisar esto sin que nadie sospeche. Nadie sabe del mensaje en el espejo.
Entramos en su enorme despacho privado. Él cerró la puerta con cuidado, y la tensión hizo que el aire se acabara.
—Siéntate —me indicó, señalando una silla frente a su escritorio de caoba.
El plan era revisar las listas de personal, horarios y cualquier cosa extraña. Él me puso un listado de empleados en las manos.
—Necesito que mires todos los nombres. Quiero saber quién ha trabajado aquí más de diez años y quién ha renunciado o ha sido despedido recientem