174. Los agitados
Heinz acercó su cara a la intimidad de Ha-na, todavía cubierta por la tela roja. Con un movimiento lento pero decidido, pegó su boca a ella, sintiendo la blandura de su piel a través de la prenda. La tela se humedeció rápidamente por su saliva, manchándose con un tono más oscuro que contrastaba con el rojo vibrante.
Ha-na, con los ojos cerrados y las manos aferradas a las sábanas, soltó un gemido ahogado, sintiendo cómo el calor de la boca de Heinz la envolvía.
Heinz, perdido en el placer, no pudo resistir la tentación de quitarle la ropa interior. Con movimientos rápidos pero delicados, le removió la braga, revelando el rosado panorama que tanto deseaba probar. Sin perder tiempo, acercó su boca a su intimidad, comenzando a chupar y saborear cada pliegue, cada rincón de su ser. La sensación de su lengua caliente y húmeda en su piel más sensible hizo que Ha-na soltara un grito ahogado, sus manos agarrando las sábanas con fuerza.
Cada movimiento de Heinz era una nueva ola de placer que