175. Los atrapados
—¿Qué ocurre, mamá? —contestó Ha-na.
Su voz salió quebrada, con un nerviosismo que traicionaba sus intentos de mostrarse tranquila. Sintió la respiración de Heinz sobre su cuello, una sensación que no solo la tranquilizaba, sino que también la distraía, llevándola de nuevo a ese lugar donde solo existían él y ella.
Heinz se aferraba a ella con fuerza y con la firmeza de su cuerpo detrás del de Ha-na transmitían un mensaje claro: estaba ahí con ella, compartiendo el peso del momento. Podía percibir la calma en su respiración, un contraste con la tormenta que se desataba dentro de ella.
Cuando la voz de su madre se detuvo al otro lado de la puerta, el tiempo pareció detenerse. Los segundos se alargaron, llenos de tensión. Ha-na apretó los labios, intentando controlar su respiración, consciente de que cada pequeño ruido podía delatar lo que ocurría en la habitación.
El silencio de Heinz no era vacío. Podía sentir la intensidad de su mirada, incluso sin voltear a verlo. En ese instante, c