Capitulo 34

La lluvia comenzó a caer con una cadencia suave, pero persistente, mojando los ventanales de la mansión Cisneros mientras las luces cálidas del interior contrastaban con el gris del exterior. El reloj marcaba las 7:04 p. m. cuando Alan y Maritza cruzaban la entrada principal, empapados de tensión más que de lluvia.

No esperó a que Maritza le ofreciera ayuda rodó la silla, directo hacia el ala oeste, donde se encontraba el despacho.

Cada sonido era amplificado por su nerviosismo: el eco de su silla contra el piso, el leve crujido al atravesar el corredor alfombrado, incluso el zumbido de una lámpara que necesitaba ser cambiada. Todo parecía recordarle lo inminente. Lo inevitable.

Abrió la puerta del despacho sin anunciarse. La habitación olía a cuero, roble y un leve toque de café frío. Adrián estaba de pie, revisando algunos planos en una mesa auxiliar, pero al ver el rostro de su hermano, lo dejó todo.

—¿Qué pasó? —preguntó, cerrando de inmediato el plano.

Alan no respondió de inmedi
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