Richard regresó apresuradamente por la salida de emergencia, con el rostro alterado y el teléfono apretado en la mano, como si ocultara un secreto.
Al verlo, el supervisor le gritó de inmediato:
—¡Richard! ¿Con qué derecho te tomas un descanso en horario laboral? ¡Mira a esos pasantes con tasas de entrega más altas! ¡Todos están revisando sus borradores con diligencia! ¿Y tú qué haces? ¿Eh? ¡Inútil!
Richard siempre había sido el típico estudiante brillante en diseño, pero torpe para comunicarse. Tartamudeó durante un buen rato antes de lograr decir algo coherente:
—Eh... tengo un cazatalentos interesado en mí.
El supervisor puso los ojos en blanco, lleno de sarcasmo.
—¿Un cazatalentos busca contratarte a ti? Entonces, ¡apresúrate y vete!
—Pero... aún tengo borradores por terminar...
—¿Y entonces por qué no estás terminándolos ya? ¿Qué demonios estás soñando?
Sintiendo que la injusticia lo ahogaba, Richard murmuró en voz baja:
—No estoy soñando...
En la oficina del último piso del Grup