En el taxi, Vanessa sonrió con una mueca mientras observaba a Luca alejarse, una chispa de determinación ardiendo en sus ojos.El dolor que había soportado cinco años atrás… ¡se lo devolvería multiplicado por cien!De pronto, la pequeña tiró de su blusa y preguntó con preocupación:—Mami, ¿qué pasa?Vanessa enseguida reprimió sus emociones y se giró hacia ella con una sonrisa suave.—Nada, cariño. Dime, ¿qué quieres comer hoy, Isla?—¡Espaguetis! Con camarones y albóndigas.Vanessa soltó una risa y le pellizcó la barriguita.—Pequeña glotona, ¡si ya tienes mucha carne ahí!La niña infló las mejillas, giró la cabeza y fingió estar molesta.—¡Mami mala!—¡Jajaja! Está bien, está bien, Isla no tiene nada de carne en la barriguita —siguió bromeando Vanessa.—¡Ay no, mami, deja de reírte! —protestó la niña, agarrándose el cabello con frustración.—Ya no me reiré más. Vamos a casa a comer —dijo Vanessa entre risas.Esa noche, después de acostar a la pequeña, Vanessa se levantó para ordenar
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