Senna miró a Magnus, el hombre que para ella era como un dios, y sus ojos se enrojecieron por la emoción.
—Magnus, tú…
—Esas acciones te fueron dejadas por tus abuelos. Sé que estás preocupada —dijo Magnus, sosteniéndole suavemente el rostro con sus manos, inclinándose y besándole con delicadeza la frente, sonriendo mientras decía—: He ayudado a que las recuperes porque quiero que seas feliz, no para hacerte llorar.
—Yo… simplemente estoy tan abrumada por la emoción —Senna se rió suavemente, parpadeando para secarse las lágrimas—. Me importan esas acciones no por la riqueza que representan, sino porque son un legado de mis abuelos, una bendición de ellos.
—Senna, quiero pedirte un favor —dijo Magnus, levantando a Maxime en brazos mientras la miraba.
—¿Todavía quieres algo después de todo lo que has hecho por mí, y aún así te mantienes tan distante? —Senna levantó una ceja, su curiosidad despertada.
—Este asunto requiere tu consentimiento antes de que pueda actuar. La familia Voss te d