Senna estaba sentada en la celda de detención, esperando su sentencia. Ya había dejado de resistirse: Magnus estaba convencido de que ella era la asesina. No había escapatoria. Ahora, lo único que le importaba era Tobias.
La puerta se abrió de golpe y una oficial de uniforme femenino llamó:
—Senna Thorne, alguien ha venido a verla.
¿Quién se atrevería a visitarla en un momento como ese?
Se levantó con vacilación y siguió a la oficial. En cuanto vio a quién se enfrentaba, su corazón se encogió. Su voz tembló con urgencia:
—Enfermera Zeta, ¿qué le pasó a mi hermano?
La enfermera Zeta estaba a cargo de cuidar a su hermano menor en el hospital. La expresión solemne en su rostro hizo que la ansiedad de Senna se disparara.
—Señorita Thorne, su hermano se enteró de su situación por internet. Está devastado y su condición se ha vuelto inestable. Ahora presenta complicaciones. Finalmente habíamos encontrado un donante de médula ósea, pero en los últimos días no hemos podido contactarlo. Las co