No importaba cuánto negara los cargos, Senna fue finalmente condenada y sentenciada a tres años de prisión.
Compartía celda con otras siete reclusas. En cuanto entró, pudo sentir la hostilidad impregnando el aire. Cuando la puerta de la celda se cerró de golpe detrás de ella, una mujer con una cicatriz horrible en el rostro lideró al resto hacia ella, con ojos llenos de malicia y labios curvados en siniestros gestos.
Senna se aferró al lavabo con fuerza, sin mostrar miedo alguno. Se mantuvo erguida, con la espalda recta, irradiando desafío.
—Así que tú eres Senna Thorne. Alguien nos pagó para darte una cálida bienvenida —se burló la mujer cicatrizada, girándose hacia las demás—. Chicas, tenemos un nuevo juguete. No se contengan, ¡golpéenla!
Senna se había preparado para esto antes de entrar, pero no esperaba que el odio de Magnus fuera tan profundo. Enviarla a prisión no era suficiente: incluso había sobornado a las reclusas para que la atormentaran.
El primer golpe la hizo sentir un