A Lorena se le estrujó aún más el corazón al oír la voz de Valeria.
«Qué inocente es mi niña» pensó. Descubrir a su propia hermana con su prometido en esa situación y aun así intentar consolarla a ella, a su madre.
Pero entonces, Eduardo intervino, rompiendo el silencio:
—Vale, fue mi culpa.
Al instante, las miradas de las tres mujeres convergieron en él.
Incluso Sofía no pudo evitar observarlo, una sombra de sorpresa en sus ojos.
«¿Acaso este tipo piensa admitir lo que acaba de hacer?», se preguntó.
—Eduardo, ¿cómo pudiste...? —la voz de Valeria se quebró.
La expresión de Lorena también denotaba desaprobación. ¿Se había equivocado al juzgar a Sofía tan rápido?
Pero al segundo, Eduardo adoptó una expresión de profundo pesar.
—Es que... tomé de más hoy. Me quedé dormido en el sofá, estaba medio confundido.
Sofía sintió que algo no cuadraba con esa explicación.
Y efectivamente, continuó:
—No me di cuenta de que Sofía se acercó... empezó a decirme cosas raras, reclamándome que Vale le hab