Sofía intentó intervenir por instinto, pero Alejandro le sujetó con delicadeza la muñeca.
El contacto cálido de su mano le devolvió la calma por un instante.
Daniel hizo la llamada y contó su versión exagerada de los golpes que había recibido, omitiendo convenientemente sus propias provocaciones.
Colgó y se quedó sentado en el suelo, con la mirada cargada de odio fija en ellos.
—¡Ya viene la policía, Sofía! ¿Te encanta andar con tipos mantenidos, eh? ¡Pues a ver cómo lo defiendes ahora! ¡Ni creas que puedes comprar a la policía!
Se rio con malicia, su cara adoptó un gesto espantoso.
Alejandro, en cambio, se quedó tranquilo. Sacó el celular, tecleó un mensaje rápido y lo envió. Después, esperó con calma a que viniera la policía.
La policía no tardó en llegar.
Al ver a los oficiales uniformados, Daniel se levantó de un salto y empezó a hacerse la víctima, señalando su cara amoratada e hinchada mientras exigía justicia.
—¡Fue ella, oficiales! ¡Ella lo ordenó todo! Es la autora intelectual