—Entonces dime, ¿qué es perder el tiempo? —respondió Valeria—. ¿Estar aquí, sentados platicando, es perder el tiempo para ti?
Las palabras lo dejaron sin argumentos.
—Pero… una noche como esta vale oro…
Eduardo bajó la cabeza, su voz apagándose. No sabía por qué, pero sentía que ella estaba siendo dura con él, como si su atención estuviera centrada en atacarlo.
Y no se equivocaba. Ese era el objetivo de la visita.
¿Una noche que valía oro con él? Qué ridículo.
Bajo la intensa mirada, Eduardo no tuvo más remedio que confesar.
—Está bien, está bien. Ese día solo fui a comer con ella, ¡nada más! No pasó nada.
Se apresuró a demostrar su lealtad, levantando la mano derecha como si hiciera un juramento.
—Vale, tienes que creerme, en serio no hice nada. Mi relación con ella es solo por ti. Si no fuera por ti, ¡Sofía no es más que mierda para mí!
Para convencerla, no dudó en insultarla sin rodeos. A pesar de sus duras palabras, no sentía la más mínima culpa; a fin de cuentas, no estaba ahí par