—¿Y qué quieres que haga? Es tu hijo el que anda de calenturiento y no piensa las cosas.
Mario le dirigió a su esposa una mirada de fastidio. Así, comenzaron a discutir, reprochándose el uno al otro.
—Ya, déjate de estupideces y ayúdame a encargarnos de esa mujer de una vez —dijo con impaciencia, mirándola con un enojo que no pudo ocultar.
No entendía cómo podía tener un hijo así.
Al ver la actitud de Mario, Teresa también comenzó a sentir rencor hacia Valeria. Si no fuera por su visita inesperada, no estarían peleando por esta estupidez. Además, si se hubiera portado bien con su hijo desde el principio, nada de esto habría pasado.
—Qué desgracia —masculló en voz baja—. Trajimos a la mala suerte a la casa.
El comentario solo logró molestar más a Mario.
—Ay, por favor. El del problema es tu hijo, deja de echarle la culpa a los demás.
—Sea lo que sea, tenemos que resolverle sus cochinadas, ¿no?
Mario fue el primero en caminar hacia adelante. A Teresa no le quedó más remedio que seguirlo,