Aun así, Raúl no salía de su asombro. Caminaba de un lado a otro de la oficina con una expresión de total incredulidad.
—Director, en serio, usted es un genio, ¿cómo lo supo?
Alejandro rio entre dientes.
—¿Crees que todos son tan despistados como tú?
La sonrisa se le borró a su asistente por un instante, pero se recuperó enseguida. No importaba. Se trataba de su director, la persona que más respetaba. No pasaba nada si lo regañaba un poco, siempre y cuando el director estuviera contento.
—Pero, ahora que lo pienso, director, ¿cómo supo que la señorita Vargas iba a buscar a Randall Miller?
—Es fácil. Toda persona tiene un rival. Solo hay que investigar un poco su historia para encontrarlo.
Al escucharlo, Raúl lo miró con una admiración todavía mayor.
—La mujer que se case con usted va a ser muy afortunada, en serio.
A Alejandro le dio un poco de repulsión ver esa mirada de devoción, y un escalofrío le recorrió el cuerpo.
—Ve, a lo tuyo.
Antes de que se fuera, le dio una última instrucci