Pero era evidente que se trataba de un ataque planeado. Sofía solo se preguntaba qué le diría su madre…
Cuando llegó a la oficina, se encontró con la sorpresa de que Valeria también estaba allí, junto a Lorena.
Lorena se sostenía la frente, con una expresión de fastidio mientras observaba lo que había sobre el escritorio.
Valeria, por su parte, se mostraba atenta y cariñosa a su lado, le masajeaba los hombros a su madre y de vez en cuando le susurraba palabras de consuelo.
Al presenciar aquello, Sofía apretó los puños y en su cara, de facciones delicadas y hermosas, se dibujó una sonrisa amarga.
«Qué conmovedor cuadro de amor familiar», pensó con sarcasmo.
Si ese era el caso, ¿la habían llamado solo para que contemplara el numerito?
No hacía falta que viniera para eso. Ya lo tenía más que claro por las vivencias diarias; no había ninguna necesidad de recordárselo.
Sofía miró por la ventana, intentando armarse de valor durante un rato que se le hizo eterno, antes de finalmente tocar la