Luego, Lorena le dirigió una mirada elocuente a Sofía, indicándole que fuera a ponerse el vestido de gala.
La ropa que llevaba antes estaba completamente empapada; seguir con ella puesta sería una verdadera descortesía.
También era consciente de que su aspecto actual era bastante inapropiado. Tras agradecer el gesto, siguió a una empleada para cambiarse.
Valeria, esta vez, no la acompañó.
Las uñas que acababa de hacerse se le hundían con fuerza en las palmas.
Aun así, el dolor en sus manos no lograba compararse con la angustia que le oprimía el pecho.
«Vaya que subestimé a mi "querida" hermanita», pensó con amargura. «Resulta que tiene sus mañas para codearse con ese tipo de Altamira Desarrollos».
«Siempre tan ocupadita con su trabajo, tan discreta… y resulta que me estaba guardando esta sorpresa».
«¡Perfecto! ¡Esto no se va a quedar así!»
Lorena, por su parte, consideraba que el regalo del director general de Altamira Desarrollos había llegado en el momento más oportuno; el efecto era