Al oír aquello, la sonrisa de Valeria desvaneció por completo.
Incluso la propia Sofía estaba atónita.
No tenía ningún trato con el director de Altamira Desarrollos. ¿Por qué le enviaría regalos?
—¿No se habrán equivocado?
Sofía no pudo evitar preguntar en voz alta.
«Después de todo, apenas lo conozco. Para él, solo soy una simple empleada».
Al oírla, el rostro de Valeria se iluminó enseguida con una chispa de esperanza. ¿Y si eran para ella?
«Quizás solo se confundieron de hermana.»
El guardaespaldas negó con seriedad.
—Imposible. El director fue muy claro: son para la señorita Sofía.
Valeria apretó la mandíbula con tanta fuerza que pareció que iba a romperse; la envidia en su mirada era tan intensa que casi podía tocarse.
Los demás invitados dirigieron a Sofía miradas de admiración y de un poco de envidia.
Sus compañeros de trabajo, en particular, estaban boquiabiertos, sin poder creer lo que veían.
El guardaespaldas se dirigió a ella con sumo respeto.
—Señorita Vargas, estos son los