Al decirlo, Javier, con la rapidez de un rayo, le dio una cachetada a Sofía, sin la más mínima consideración.
Carmen, que observaba desde un lado, disfrutaba el espectáculo con placer.
A Sofía se le partió el labio y un hilillo de sangre comenzó a manarle.
Levantó sus hermosos ojos, clavando en él una mirada furiosa.
Él, aunque sintió un escalofrío recorrerle la espalda bajo aquella mirada, no pudo evitar fanfarronear:
—¿Qué? ¿No te gustó?
Mientras hablaba, alzó la mano, dispuesto a golpearla de nuevo.
Una mano firme le sujetó la muñeca, la apartó con un tirón y, acto seguido, una patada derribó a su atacante. Entonces, una voz grave y contenida siseó:
—¿Buscas problemas?
Sofía escuchó la voz familiar y, al abrir los párpados, se encontró con la escena.
La figura masculina estaba a contraluz; al alzar la vista, se encontró directamente con su mirada oscura, llena de preocupación.
En ese instante, ella sintió que un enorme peso se le quitaba de encima.
Alejandro vio a Sofía con la ropa