Además, gracias a la conexión con Lucía, la impresión que Sofía tenía de Mateo era aún mejor.
—Ya se nos hizo un poco tarde. ¿Qué tal si por hoy terminamos aquí?
Sofía miró a Mateo al hablar. Habían pasado toda la tarde recorriendo el centro comercial y ella tenía otros pendientes; no podía dedicarle todo su tiempo exclusivamente a él.
Mateo asintió.
—Es cierto, hoy te quité muchísimo tiempo. Si quieres, otro día que tengamos tiempo volvemos a salir.
—No te preocupes, no es ninguna molestia. Con que Luci esté contenta, es suficiente para mí.
Sofía sonrió y miró a Lucía; en serio le tenía un cariño especial y sentía una gran ternura por la pequeña.
Mateo miró a su hermana y le dijo con voz suave:
—Luci, ve, despídete de Sofía.
Ella se quedó mirando fijamente a Sofía, sin decir palabra. Sus ojos grandes parpadeaban, haciéndola parecer una delicada muñeca de porcelana.
Su hermano insistió:
—Despídete de ella, mi amor. Ya le dimos mucha lata.
Sofía intervino, restándole importancia.
—No te