41. El rescate
La bruma espesa de la villa se había convertido en un manto opresivo, dificultando la visión y añadiendo una capa de irrealidad a la tensa persecución de Carmenza. Nathaniel, apretando los puños con rabia e impotencia, seguía de cerca a los oficiales que se abrían paso con dificultad entre la vegetación. El grito desgarrador de su hija al ser arrastrada por su madre resonaba en sus oídos, un eco doloroso de la desesperación que lo impulsaba.
La carrera por el terreno empinado era peligrosa. Las raíces resbaladizas, las rocas ocultas bajo la maleza y la escasa visibilidad convertían cada paso en una amenaza. Nathaniel, a pesar del miedo por la seguridad de su hija, no podía evitar sentir una punzada de preocupación por Carmenza. Sabía que estaba actuando impulsada por el pánico, y temía que su desesperación la llevara a cometer errores fatales.
Después de lo que parecieron horas de angustiosa persecución a pie, los oficiales lograron divisar un viejo vehículo todoterreno estacionado