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36. Ecos de un vínculo roto

El viento soplaba a través de las rendijas del viejo sótano, llevando consigo un sutil murmullo que parecía resonar con los ecos del pasado. Bianca se encontraba acurrucada en un rincón, su mirada perdida en la penumbra, acariciaba su vientre crecido cuando la puerta chirrió abriéndose con un estruendo que reverberó en su pecho. Era ella, Carmenza, la mujer que había decidido tomar las riendas de una venganza familiar que no le pertenecía. Su rabia venía de que era Nathaniel el dueño de todo y ella quería todo lo que le pertenecía a los Giordano. Por mucho tiempo trabajó con ella para tener seguridad, pero se dio cuenta que no le garantizaba nada. La vio caminar con elegancia aunque sin sus habituales atuendos caros y de marca. 

La oscuridad envelopaba el pequeño sótano donde Bianca estaba siendo mantenida cautiva. Las paredes frías y húmedas absorbían el sonido de su respiración entrecortada. A pesar de estar embarazada de cuatro meses, su determinación por escapar era aún más fuerte. Carmenza, su captora, había convertido aquel lugar en un verdadero laberinto de desesperación. Era un día gris, y Bianca sabía que debía intentar una vez más hablar con Carmenza. Se acercó a la puerta de metal donde solía escuchar los pasos de su captora. Se armó de valor y, con una voz temblorosa, gritó:

—¡Carmenza! ¡Necesito hablar contigo!

Carmenza, una mujer de mirada fría y decidida, apareció después de unos minutos, sus ojos eran como dagas. Ella sonrió de manera burlona al ver a Bianca en un rincón, debilitada pero desafiante. 

—¿Qué quieres, Bianca? -respondió con un tono cortante. —¿Quejarte de tu situación? No tengo tiempo para lamentos. Contigo encerrada Nathaniel perdió su poder. 

Bianca tragó saliva, sabiendo que debía ser cuidadosa. La determinación brillaba en su mirada.

—Solo te pido una cosa. Libérame. Nathaniel… él vendrá por mí. ¡Él me ama!

Carmenza soltó una risa burlona. Se acercó a Bianca, y con un gesto que revelaba su desprecio, respondió:

—¿Amarte? Por favor. Nathaniel no viene a buscarte. Nunca lo hizo. Solo está jugando un juego. Y tú, querida, eres solo una pieza más en su tablero.

El corazón de Bianca se encogió ante las palabras de Carmenza. Ella sabía que la incertidumbre podía ser su peor enemigo. Pero no iba a rendirse tan fácilmente.

—No es cierto… -dijo, tratando de mantener la calma. —Él está buscando la forma de rescatarme. Nunca dejaría que me hicieran daño.

Carmenza se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de malicia.

—¿Rescatándote? Claramente no sabes cómo funcionan estas cosas. Nathaniel jamás ha sido el tipo de persona que se sacrifica por otros. Y menos por una mujer embarazada que no tiene nada que ofrecer. Siempre te odio, tú no significas nada para él. La razón por la cuál te mantenía con él es porque quería vencerme a mí, llevarme la contraria. 

Bianca sintió que la rabia y la tristeza se acumulaban en su pecho. Con valentía, respondió:

—¡Yo no soy solo una mujer embarazada! ¡Llevo dentro de mí a su hijo! Ese niño es su vida, su futuro. Si no le importa eso, entonces no tiene corazón.

Carmenza se echó a reír de nuevo, disfrutando el tormento de Bianca.

—¡Pobrecita! Estás tan perdida. Nathaniel jamás se preocupará. ¿Dices que tiene un corazón? ¿O será que solo le gusta la idea de ti y de un futuro que nunca existirá?

La oscuridad del sótano parecía hacerse más pesada mientras las palabras de Carmenza resonaban en la mente de Bianca. Aún así, se aferró a la esperanza. Debía tomar el control de la situación.

—Si crees que eso es cierto, ¿por qué me secuestraste entonces? -preguntó Bianca, levantando una ceja. —Pudiste dejarme en paz. 

Carmenza se detuvo por un momento. Su expresión cambió ligeramente, pero rápidamente recuperó su actitud desafiante. —¿Te crees tan ingeniosa? Lo hice porque estaba cansada de ser la segunda opción. Mi hermana tuvo al heredero, yo no tuve nada, ese bebé que llevas es el nuevo heredero y no perderé todo, no otra vez. 

Bianca sintió que la conversación tomaba un rumbo inesperado. Sabía que Carmenza había sido herida, y estaban más conectadas de lo que ella imaginaba.

—Libérame y déjame ir. ¿No ves que esta es tu oportunidad para salir de la sombra de su egoísmo? -dijo temblorosa. —No quiero ser parte de esta guerra, no de esta historia. Huiré, él no sabrá de mí, y tú tampoco. No quiero a mi hijo en medio de esto. 

Carmenza entrecerró los ojos. Por un instante, parecía cuestionar su decisión. Sin embargo, rápidamente se enderezó.

—Eres ingeniosa, pero no me convences. Nathaniel lo pagará demasiado caro. No tengo compasión para aquellos que son traidores.

La desesperación llenó el corazón de Bianca. Sentía que el tiempo se agotaba. ¿Y si no lograba salir a tiempo?

—Imagina lo que podrías hacer si te alejas de todo esto.

—No estoy aquí para escuchar tus tonterías. ¡Lo que quiero es venganza!

—Pero ¿a costa de a quién? A ti misma, a mí, a un futuro que se está gestando… -recordó Bianca, colocando su mano en su vientre. —Ese niño merece nacer en un mundo sin odio.

El silencio envolvió la habitación. Las únicas voces eran los latidos del corazón de Bianca, y el viento ululando por las rendijas del sótano. Carmenza parecía contemplar la gravedad de sus palabras.

—No quiero escuchar más de tu idealismo, Bianca. Accediste a mentirle a Nathaniel, así que ese bebé es un medio para un fin, no nació del amor, sino de tu desesperación y mi ambición. No es hijo de Nathaniel, es mío. No te hagas ilusiones. Nathaniel no te quiere, y yo tampoco.  Solo quería ganar. Ganarme a mí. Él siempre quiso ganarme en todo. -Los ojos de Carmenza brillaban con un fuego oscuro. —Y tú, Bianca, eras su premio. Su trofeo brillante.

Bianca sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de Carmenza eran veneno puro, diseñadas para sembrar la duda, para destruir la única certeza que le quedaba. Bianca vio a la mujer caminar de un lado a otro y luego sonrió al detenerse frente a ella. —Tú no vales nada, Bianca. La hija de un viejo enfermo, que no era más que un chófer. Te usó ese viejo para chantajearme, para que fueras tú la que ganara todo lo que me pertenece, pero tuve la suerte de que Nathaniel no te amó. -dijo con una sonrisa de villana que le heló la sangre a Bianca. —¿Te dijo que te ama? Fueron mentiras. Tú fuiste el instrumento. La herramienta que él usó para dañarme. Y ahora, eres mi oportunidad para devolverle el golpe. Para hacerlo sufrir como yo he sufrido.

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