ADRIANO
Entré en la sala en silencio. Dalia dormía profundamente, agotada después de la batalla que había dado. Su respiración era tranquila, el pecho subía y bajaba con ritmo pausado. Me incliné hacia ella, besé su frente con cuidado y me quedé unos segundos observándola, asegurándome de que todo estuviera bien.
Mi flor estaba a salvo. Nuestra familia estaba completa.
Decidí salir a buscar a Jacke. Quería decirle que ya era tía, que los trillizos habían nacido. Caminé por el pasillo todavía con la adrenalina en el cuerpo, hasta que la vi sentada en uno de los sillones, mordiéndose las uñas, con los nervios dibujados en el rostro.
—Jacke.
—¿Cómo está mi prima?
—Todo salió bien, Dalia está descansando y los trillizos en observación.
Jacke soltó un suspiro de alivio, llevándose las manos al pecho.
—Gracias a Dios… —murmuró con una sonrisa cansada.
Estaba por seguir hablando cuando las puertas de urgencias se abrieron de golpe.
No estaba preparado para lo que vi.
Mi madre entró corriendo