VALERIO VISCONTI
El avión aterrizó con un rugido seco, y con él mi paciencia. El viaje había sido largo, pero nada comparado con los días desde que encontré el cuerpo de Sonia. Mi amore. La mujer que me había prometido eternidad y a la que le arrebataron la vida en una bodega fría, como si no valiera nada.
Venía con un único propósito: encontrar a sus hijos para decirles que su madre había muerto y terminar lo que ella no pudo, su último deseo.
Porque si algo sabía de Sonia, era que no descansaba nunca. Ella tejía planes con precisión quirúrgica: primero Enzo, luego Bite of Death, después Alessandro. Cada pieza colocada para caer sobre Adriano Blackstone. Y ahora descubría que, en vez de seguir el legado de su madre, los “herederos” habían hecho lo impensable: aliarse con el enemigo.
Eso me lo confirmaron apenas puse un pie en tierra. Los rumores eran claros: Alessandro Carpentier, el hijo consentido de Sonia, ya no obedecía sus órdenes. Vivía en la mansión de Adriano, cuidaba a Jacke