Llegó Visconti

ALESSANDRO

El día había comenzado con una calma engañosa. Adriano estaba en la sala, sentado en un sillón con Dalia entre sus brazos. Sus manos grandes acariciaban su vientre con ternura, mientras ella sonreía con esa paz que solo él lograba arrancarle.

—Pronto estarán con nosotros… —le decía él, con la voz baja, rozando sus labios contra la frente de su mujer—. Un niño, una niña… y ese tercero que aún se esconde.

Dalia rió suave, con los ojos brillantes.

—Les gusta hacernos esperar, amor, quieren mantener el suspenso hasta el último día.

No pude evitar mirarlos con un dejo de envidia, aunque jamás lo admitiría en voz alta. Esa paz… esa vida de familia, no era para mí. Yo tenía mi propia guerra interna. Y aun así, con Jacke en mis brazos, mi tormenta parecía siempre un poco menos salvaje. Ella estaba recostada contra mi pecho, revisando algo en su celular, mientras yo jugaba con sus mechones oscuros.

En ese momento, la puerta se abrió y Enzo entró con su andar relajado, un fajo de pap
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