DALIA
El sol de la mañana bañaba la habitación en un resplandor cálido. Adriano no había ido a la oficina ese día. No quiso. Prefirió quedarse conmigo, llenándome de besos, de caricias, de susurros que me hacían olvidar el peso de más de seis meses de embarazo. Mi vientre ya era prominente, cada paso costaba un poco más, pero con él a mi lado todo era más llevadero.
—Te amo, mi flor —susurró contra mi cuello, y yo no pude hacer otra cosa que sonreír.
Nos quedamos en la habitación hasta tarde, disfrutando de esa calma íntima que pocas veces teníamos. Finalmente, bajamos juntos a desayunar. La mesa estaba servida, y allí estaban Alessandro con Jacke, ambos ya instalados. Me sentí feliz de ver a todos reunidos, de sentir la familia creciendo alrededor de mí.
La puerta sonó y entonces vi entrar a Alessia… y a Enzo detrás de ella. Mi corazón dio un pequeño vuelco, porque era la primera vez que los veía juntos después de todo lo ocurrido.
—¡Hola! —dije con una sonrisa suave, apoyando una ma