VALERIO
Llegué a las coordenadas que me había dado Marco. Se suponía que interceptaría a los mercenarios acá, pero ya era tarde. Las coordenadas eran la mansión de Adriano. Miré, y una columna de humo se elevaba. Vi pasar un auto a toda velocidad en dirección contraria. Por un momento creí ver a Adriano manejando, pero eso sería ilógico si estaban en pleno ataque.
Estacioné el auto en medio de la calle y corrí. Solo pensaba en Sara.
Mi Sara.
Podría estar herida, y ese pensamiento me carcomía. No podía perderla. No ahora que había vuelto a sonreír. Amaba a Sonia, pero lo que sentía por Sara era diferente. Esa mujer se había metido en todo mi sistema; no podía dejar que algo le pasara… o moriría con ella.
Entré como un huracán, sin pensarlo. Mis botas aplastaban el pasto; salté la reja como si el mundo fuera a detenerse si no llegaba. Pensé en ella: en su risa, en el beso que aún ardía en mis labios, en la ternura que me devolvió la vida. No podía permitir que la destruyeran por mi veng