Besos que dejan con hambre.
DALIA
Las horas de trabajo pasaron lentas, pero no porque estuviera aburrida. Todo lo contrario.
Era porque mi mente seguía reproduciendo una y otra vez el momento en que Adriano, impecable con su traje, había aparecido frente a mi puerta esa mañana.
El beso suave, el anillo deslizándose en mi dedo, sus palabras… "Esta fue mi promesa de que volvería, Dalia, y aquí estoy rogando por una segunda oportunidad".
Me descubrí sonriendo como una tonta mientras acomodaba unos pasteles en la vitrina.
—Oye… —la voz de mi jefa me hizo girar—. ¿Dónde están esos adonis que reparten besos antes de las ocho de la mañana? Porque yo quiero uno para mí, no seas mala, dame el dato para ir a buscar uno.
Me reí, bajando la cabeza para que no me viera tan roja.
—No es lo que crees.
—Claro que sí —me guiñó un ojo—. Con ese brillo en la cara, no me vengas con cuentos.
No respondí. ¿Qué podía decir? Que el hombre que amé, cuidé y perdí, ahora estaba intentando recuperarme… y que mi corazón no sabía si correr h