DALIA
— Hola pequeña, ¿Cómo estás? ¿Puedes acercarte a la mansión? Llegó un paquete para ti —dijo Sara al teléfono, su voz suave, casi temerosa. Estaba en mi universidad, estaba por salir.
Mi pecho se encogió. No quería volver ahí. No quería respirar ese aire. No quería recordar nada que doliera más de lo que ya dolía.
—Prefiero que no… —respondí, bajando la mirada hacia el suelo. Tenía miedo de verlo, de que mis pasos se encontraran con los suyos. Aún no estaba lista para enfrentar ese abismo. Incluso evitaba mi cafetería favorita porque estaba cerca de su compañía y tenía miedo de encontrarlo con su novia u otra de las tantas mujeres que de seguro volvió a rodearse.
Pero entonces, su voz cambió.
Tembló, como si contuviera algo más grande que sus palabras.
—Dalia… el remitente dice Wilson Zain.
Mi corazón dejó de latir por un instante.
—¿Qué…? —mi voz se quebró.
—Tu padre. Hija, el paquete lo envió tu padre antes de partir.
Mi padre.
El único que me amó desde que nací hasta su último