ADRIANO

La noche en España olía a pólvora antes de que se disparara la primera bala. Afuera de la mansión donde Sonia se escondía, los motores se apagaron uno a uno. La oscuridad era nuestra aliada, y el silencio se rompía solo con los pasos medidos de los hombres desplegándose.

Paolo y Noah iban al frente. Los dos eran como sombras que sabían hablarse sin palabras. Su manera de moverse, de cubrirse mutuamente, era precisa, quirúrgica. Era como ver un engranaje perfecto en medio de la guerra.

—A mi señal —ordenó Noah, su voz seca como acero.

Damián dirigía a su escuadrón desde el flanco, su cuerpo enorme moviéndose con una agilidad que no correspondía a su tamaño. Sus hombres seguían cada gesto suyo sin cuestionar.

Gael caminaba a mi lado, el arma lista, los ojos encendidos con esa chispa de furia que solo yo conosco. Yo podía sentir la sangre bombeando en mis venas, recordándome que esto no era solo una misión: era venganza, era justicia.

Un disparo rompió el aire. Luego otro. Y de p